Hoy escribo una entrada nueva con el firme propósito de haceros dos confesiones. La primera corresponde a hace ya muchos años, y he tratado de purgar mi culpa desde entonces. Veréis, en una época algo primigenia de Internet, en la edad del emule y el megaupload, yo pirateaba mucho. Y cuando digo mucho me refiero a todo. Viéndolo en perspectiva me doy cuenta de que era más un comportamiento compulsivo que otra cosa, una obsesión por el coleccionismo llevado al extremo. Lo hacía, sin embargo, con la conciencia tranquila, justificándome a mí mismo con la certeza de que en el fondo no estaba perjudicando a nadie. Y así era. Sabía que con mis actos la industria no iba a dejar de ganar ni un céntimo, pues aun descargándome discografías completas de mis grupos preferidos yo continuaba comprando CD's originales, y pese a piratear todos los estrenos de vídeo yo continuaba acudiendo una o dos veces semanales al cine. Incluso me atrevería a afirmar que invertía más dinero en cine y música que la mayoría de mis amigos. Pero ello no es motivo para ocultar la cruda realidad: lo que había estaba mal.
Con el paso del tiempo las cosas
cambiaron y un click en mi cabeza me hizo tomar conciencia de ello. La
piratería pasó de alegal a ilegal y la excusa de que había cosas imposibles de
ver de otra manera (estoy pensando sobre todo en series) están ahora
disponibles en diversas plataformas de streaming que posiblemente cuesten menos
de lo que yo (y muchos como yo) invertidos en bobinas de CD's Verbatim. Los
estuches con cientos de películas que jamás veré (cuando me apetece revisionar
algo acabo antes comprobando si está en alguna plataforma) están amontonados en
altillos y he llegado incluso a comprar packs de series originales (Lost
es un buen ejemplo de ello) que me han apasionado por limpiar mi conciencia de
haberlas visto originalmente piratas (en este ejemplo concreto es probable que
muera sin haber llegado a desprecintar los DVD's de Perdidos).
Ahora, como digo, he pasado
página. La oferta de series y películas es casi infinita y Spotify y Amazon
Music da acceso a todas las canciones del mundo. Y yo me he convertido en
un firme enemigo de la piratería.
Y hete aquí que el estás viene Disney
y, con la excusa de la pandemia, del miedo (infundado) a ir al cine y sobre
todo (o eso sospecho yo) la rutina económica que le pregonan sus parques
temáticos, ha decidido estrenar su gran apuesta del verano, Mulán,
directamente en Disney+.
No es nada descabellado, ni mucho
menos inédito. La propia Disney lo hizo ya con Artemis Fowl y Netflix
está salvando a muchas películas españolas del ostracismo (casos de Ofrenda
a la tormenta u Orígenes secretos, por ejemplo). La gracia del tema
está en que hay que pagar un plus por ella. Es decir, uno está suscrito a Disney+
pagando religiosamente la cuota correspondiente (la plataforma con el catálogo
más limitado del mercado, por cierto) y cuando aparece algo aparentemente
interesante (y digo aparentemente porque ni las críticas ni los visionados
corresponden a lo que ellos se esperaban, pero de eso ya hablaré en mi artículo
de opinión correspondiente) toca pasar por caja.
Quienes justifican esto aluden al
hecho de que tres entradas de cine (caso habitual de un estreno infantil: dos
padres y al menos un niño) ya compensan el precio, pero no entienden que no es
una simple cuestión económica. No es el caso de mi pataleta, al menos. Sería lo
mismo si el precio a pagar fuese de un solo euro. Ya reniego de otras
plataformas que lo tienen como práctica habitual, como Filmin, y no
pienso ceder a esta especie de chantaje propuesto por la casa del ratón.
Bastante triste es renunciar a ver en pantalla grande la película, cuatro su aspecto
visual es uno de sus mayores atractivos, cono para encima pagar dos veces por
verla. Así que, más allá de que sea merecido o no por sus cualidades
artísticas, me alegro de la respuesta del público y del descalabro que el film
ha supuesto para la compañía.
Disney ha cambiado las reglas del juego
y el público ha respondido dándole la espalda. Y la mejor conclusión de ello ha
sido que al menos La Viuda Negra tiene su estreno en cines garantizado.
Cuando, ya es otra cosa.
Y así llegamos a mi segura
confesión.
Sí, confieso haberme descargado Mulán.
Y más por rebeldía que por verdadero interés en ella (al fin y al cabo, en unos
meses se verá sin problemas en la plataforma). Y en un par de días, mi
reseña...
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