Ayer al fin pude ir al cine a ver Ant-man y la Avispa: Cuantumanía, algo más tarde de lo que es habitual en mí tratándose de una propuesta Marvel. El caso es que tenía más curiosidad que verdadero interés, ya que en Marvel parecen haberse contagiado de DC con eso de las críticas extremas y hay tanto opiniones destructivas como otras que la consideran lo mejor desde End Game.
Yo, por mi parte, no quedé descontento del film y la
nueva aventura de Scott y compañía me pareció simpática y entretenida, con ecos
al Star Wars más clásico así como a las revistas pulp de ciencia ficción, sin
que me doliesen demasiado los tan cacareados defectos en su acabado visual
(M.O.D.O.K. aparte). La presencia de Michelle Pfeiffer, con mucho más metraje
que en su primera participación en el MCU
hacen que se le perdone cualquier cosa. Sin embargo, pese a las evidentes
intenciones de recuperar el tono continuista y grandilocuente de las tres
primeras fases, me falla en el film algo que no soy capaz de dilucidar. Creo
que ni siquiera es algo cinematográfico, sino más bien anímico. La película no
me ha emocionado e incluso por momentos me he visto presa de una extraña
sensación de rutina. Y podría pensar que es cosa mía y de mis circunstancias
sino fuese porque los resultados en taquilla están siendo muy paupérrimos, con
un descenso en su segunda semana de escándalo, sólo comparables a los de Viuda Negra (aunque aquella se tuvo que
enfrentar a su propio estreno en Disney+
y, por consiguiente, a una piratería en gran calidad).
El caso es que esto me hace preguntarme si al fin ha
llegado la eternamente cacareada explosión de la burbuja del cine de
superhéroes. Vale que la fase cuatro ha recibido muchos palos de la crítica por
su floja calidad, pero hay que recordar que Black
Panther: Wakanda Forever aspiraba a luchar por algo grande en los Oscar (se va a tener que confirmar con
la categoría de mejor actriz secundaria y poco más) y tampoco hizo en taquilla
los números que se esperaba de ella. Sumemos a ello el descalabro de Black Adam en la acera de enfrente y las
pésimas previsiones en referencia a Shazam:
la furia de los Dioses y la cosa empieza a aclararse. Y si miramos al
futuro, Guardianes de la Galaxia, vol. 3
es la única esperanza, ya que los primeros para Aquaman 2 hablan de desastre épico y el futuro del universo DC que
prepara Gunn y Safran es toda una incógnita.
Por ello, podemos concluir que el cine de superhéroes
ha llegado a tal nivel de agotamiento que sus responsables deberían empezar a
preocuparse (y eso que no he mencionado el esperpéntico universo arácnido de Sony o las pretensiones de haber un
tercer reinicio para Hellboy). Las
fórmula está ya muy gastada y el público ha perdido el hambre por la épica de
capa y mallas y va a ser muy difícil recuperar el interés.
Sin embargo, esto nos deja otra lectura más
preocupante todavía. Y es que si dejamos
de lado Avatar: el sentido del agua
(que juega a otra cosa) y Maverick
(un pequeño gran milagro del cine de entretenimiento), resulta que las
películas más taquilleras siguen siendo de superhéroes. Es decir, que los justicieros
enmascarados siguen siendo casi los únicos que logran atraer al público al
cine, sólo que mucho menos que otros años. Esto nos revela una dura realidad. Y
es que al final, entre la pandemia y sus secuelas, el uso y abuso de las
plataformas de streaming y algún otro
elemento externo, el cine, ahora de verdad, está herido de muerte. ¿Soy
demasiado alarmista? Al fin y al cabo, ya se dijo lo mismo con la llegada del
televisor, primero, y del video doméstico más tarde, pero eran otros tiempos, y
pese a la comodidad del hogar, todo el mundo coincidía que una buena película
en cinemascope se disfrutaba mil
veces mejor en la oscuridad compartida de una sala de cine que en un televiso
cuadrado. Pero ahora que hay toda una generación que incluso teniendo en sus
propias casas un televisor 4K de cincuenta pulgadas prefiere ver sus películas
y series preferidas en la ridícula pantalla de sus teléfonos móviles o, en el
mejor e los casos, en el ordenador portátil, la cosa huele peor.
En fin, que con el cine en entredicho el fracaso de
una película divertida y dinámica como Ant
Man y la Avispa: Cuantumanía es el primer clavo de un ataúd que ahora sí parece
que se pueda terminar de cerrar. Y es que Tom Cruise no va a estar eternamente ofreciéndonos
tablas de salvación.
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