Puede que me repita un poco y si es así pido disculpas
de antemano, pero estoy francamente preocupado por el estado del cine hoy en
día y con el paso de los meses la cosa no tiene pinta de mejorar.
Tras casi un año con los cines cerrados, la
recuperación se antojaba lenta, pero no tanto. Los grandes han caído y la
primera víctima de estos tres factores ha sido el cine de superhéroes. Tanto
preguntar cuando iba a estallar la burbuja que esta al fin lo ha hecho.
Si nos fijamos en Marvel,
todo esto coincidió con el inicio de la Fase
Cuatro, una fase que salvo honrosas excepciones (Spider-Man: no way home y Dr.
Strange en el multiverso de la locura) no ha tenido muy buena acogida. Y por
más que se quiera señalar a Kevin Feige y al agotamiento de la fórmula, lo
cierto es que no ha sido tan mala. Eternals
es una gran obra que apuesta por algo diferente y Shang Chi es un pasatiempo mucho más digno que Iron Man 2 o Thor, el mundo
oscuro, que para mí siguen siendo las dos peores películas del MCU hasta la fecha y Ant Man y la Avispa: Quantumanía (está
ya de la ase cinco) es tan divertida como las dos anteriores de Ant Man pero mucho más espectacular
(vamos a dejar fuera de la ecuación al Thor
de Waitiki que merecería un artículo aparte para si sólo, con sus defensores y
detractores). No es, aunque pueda parecerlo, un problema de calidad, sino de
cantidad. Cantidad y agotamiento.
Algo similar ocurre en lo que llevamos de año. Cerca
de llegar al ecuador, se han quemado ya muchos de los cartuchos ganadores y
pese a que Guardianes de la Galaxia vol.
3 ha reconciliado a Marvel con
sus fans sus números también están por debajo de lo esperado, siendo difícil
que logre superar lo conseguido por el Volumen
2. Algo similar está sucediendo con Fast&Furious
X, que pese a estar arrasando parece casi imposible que se acerque siquiera
a la barrera de los 1.000 millones que superaron las entregas siete u ocho. Sí
nos fijamos en el resto de estrenos, dejando de lado la burrada que está
recaudando Super Mario Bros, Creed III también ha quedado por debajo
de sus antecesoras, mientras que el gran éxito del año, John Wick 4, juega en otra liga, siendo un éxito y un fenómeno
mundial con taquillas que quedan muy lejos de los monstruos mencionados. Prueba
de ello es que ha conseguido superar los ansiados mil millones… pero a base de
sumar los números de las cuatro entregas.
Aún quedan unas cuantas balas en el cargador del 2023, como la despedida de Indiana Jones, la secuela de Spider-Man: un nuevo universo, Misión Imposible 7, The Meg 2, The Marvels, o la gran esperanza de DC Cómics para frenar la racha de fracasos con The Flash. Eso aparte del supuesto duelo que nos quieren vender de Oppenheimer contra Barbie. Vamos, que puede pasar cualquier cosa, pero sí la tónica va a ser repartirse el pastel entre cuatro y que el resto sean decepciones de taquilla como Dungeons & Dragons: Honor entre ladrones o directamente fracasos como Shazam: la furia de los dioses, Babylon o 65, mal vamos. Al final, parece que vamos a tener que seguir (mal) viviendo del cine de superhéroes.
Pero lo que habría que analizar, más allá de la falta de originalidad en los guiones de Hollywood y al agotamiento propiciado por los superhéroes, es porqué la gente ya no va al cine. Siguiendo con mi teoría de las tres causas, puedo entender que la gente se haya acomodado y prefiera consumir cine en el salón de su casa (algo que nunca compartiré por más pantalla grande o equipo Dolby Stereo que pueda tener y la ausencia de niñatos molestando con sus gritos o móviles), y podríamos sacar a relucir la teoría de la evolución. Los tiempos cambian y el casete sustituyó al vinilo para ser derrotado por el CD que ahora agoniza contra el formato digital. Los videoclubes desaparecieron y el VHS fue sustituido por el DVD y el Blu-ray. La radio resiste pero agoniza ante los podcast y casi todo el mundo prefiere leer la prensa en Internet que en papel. Las cosas cambian y hay que aceptarlas. Y si el cine debe morir en manos de streaming, que así sea. Sería la primera y dolorosa baja de la guerra de las plataformas. Pero hay una segunda lectura, una más catastrófica y que revela la realidad de esta guerra absurda y sin posibles ganadores:
Todo esto nos da la conclusión de que el cine está gravemente herido, ya que cada vez son menos los espectadores que llevan las salas, pero tampoco podemos decir que vaya a ser sustituido por el streaming. La nueva forma de consumir de los jóvenes no es necesariamente en plataformas y si no se encuentra una solución rápida podía ser el fin de todo. No es que el cine como tal se vaya a terminar, desde luego, pero en la dirección que vamos auguro un auge de Emule, Torrent y compañía a la vez que la verdadera competencia está en TikTok, Twich y bobadas similares…
Tiempos extraños (y tristes) nos tocó vivir…
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