Es maravilloso el metalenguaje que se puede producir en ocasiones en algunas películas. La reciente Flash, de Andy Muschietti, es el mejor ejemplo. Más allá de analizar su calidad (que se puede resumir diciendo que es tan entretenida y divertida como vergonzosamente estúpida y ridícula), lo interesante está en su fondo. Adaptando muy a su manera dos clásicos del cómic como son Flashpoint y Crisis en Tierras Infinitas y volviendo al tema del multiverso (que tras Spiderman: No way Home, Dr. Strange en el Multiverso de la Locura, Spider-man: Un nuevo universo, Spider-man: cruzando el multiverso, la oscarizada Todo a la vez en todas partes y la propia versión de Crisis en Tierras Infinitas de las series de CW, ha resultado que la famosa burbuja del cine de superhéroes era, en realidad, la burbuja del cine sobre el multiverso), la película trata sobre la posibilidad de que el universo que describía el CDEU pueda desaparecer, recurriendo para ello a multitud de fan services tan resultones como cafres (y es que pocas veces he visto una película tan irregular como esta Flash). Sin embargo, tras su fracaso en taquilla (y van…) la situación ficticia se ha traducido a la vida real, pudiendo anticipar el fin del universo de DC en cines, un universo que, en su nueva variante, ni siquiera había llegado a nacer.
Warner se encontraba enfrascada en la tormenta perfecta. La solución parecía pasar por hacer borrón y cuenta nueva, pero Wonder Woman había funcionado suficientemente bien como para ignorarla y las previsiones de Aquaman también eran bastante optimistas, por no olvidar que todos querían tener a la Harley Quinn de Margot Robbie haciendo lo que sea. A eso se sumaba las progresivas marchas de Ben Affleck de su hipotética película de Batman (primero dejó el cargo de director, luego el de actor y al final se rechazó también su guion en un proyecto que derivó en el film de Matt Reeves con Robert Pattison ajeno al canon del DCEU) y, sobretodo, la inminente llegada de AT&T, que iba a adquirir Warner con la idea de, tras fusionarla a Discovery, convertirla en un gigante de la comunicación. Eso, en lugar de traer algo de calma, revolucionó aún más el mundillo, que señalaba a Walter Hamada, presidente de DC, como culpable de todos los males. Hubo, en esos días, un par de alegrías para el directivo, ya que Aquaman finalmente resultó ser un éxito y a Shazam, teniendo en cuenta que sus aspiraciones eran más pequeñas, tampoco le fue nada mal, pero eso no hacía más que aumentar el interrogante: ¿Cómo avanzar en un Universo donde los comparsas tenían más éxito que las estrellas principales?
Como
en Warner parecen aficionados a
apagar fuegos con gasolina, durante el parón obligatorio por la pandemia no se
les ocurrió mejor idea que, fingiendo que escuchaban al fan (aunque la realidad
es que estaban dispuestos a cualquier cosa por lanzar la plataforma de streaming de HBO), confirmaron la existencia de ese montaje casi definitivo de
Zack Snyder y soltaron un buen puñado de billetes para rodar nuevo metraje y
estrenar la ansiada cinta en la susodicha HBO.
El resultado, como no podía ser de otra manera, dividió al aficionado, que se
debatía entre los que opinaban que era la misma bazofia de Joss Whedon pero con
más cámaras lentas y más egocentrismo y los que la consideraban una obra
maestra y exigían la restauración del canon del Snyderverso.
La
única alegría para la productora, por decirlo de alguna manera, era la satisfacción
de haberles robado a los de Disney a
James Gunn, despedido (y posteriormente recuperado) de Guardianes de la Galaxia, Vol. 3 por unos twits antiguos de dudoso gusto. Dejando de lado las cifras
(paupérrimas, por cierto) de Wonder Woman
1984, primera película del DCEU
estrenada tras la pandemia, las cosas no le fueron mucho mejor a El Escuadrón Suicida de Gunn, aunque a
alguien le debió gustar lo suficiente como para ofrecerle al realizador carta
blanca en una serie spin-off de El Pacificador para HBO.
Así
las cosas, aún quedaba un halo de esperanza en la figura del todo poderoso
Dwayne Johnson. El taquillero actor llevaba años tratando de levantar una
película sobre Black Adam, hecho que incluso propició que el personaje no apareciera
en Shazam como estaba previsto
inicialmente, y por fin lo había conseguido. Convertido en su máximo valedor (a
nadie parece importarle que el director de la misma sea el catalán Jaume
Collet-Serra), Johnson prometió que su película iba a cambiar para siempre el CDEU. El problema vino con la aparición
de un falso rumor que especulaba con la aparición de Superman en el film,.
Cuando en la ComicCon se mostraron
las primeras imágenes de la película y no había ni rastro del último hijo de Kripton
hubo abucheos para Johnson, que reaccionó rápido y acudió a la cúpula directiva
de Warner para exigir la
participación de Henry Cavill aunque sea a modo de cameo final. Cabe destacar
que por aquel entonces Cavill, sin comerlo ni beberlo, se había convertido en
un apestado, viendo cómo se recurría a un Superman «decapitado» en el final de Shazam y de quien Hamada llegó a decir
que jamás se pondría el traje de Superman de nuevo. En ese momento, había una
nueva tormenta en Warner Discovery, y
Michael De Luca y Pam Abdy acababan de ser contratados para dirigir la división
de cine de Warner. Aunque Hamada
seguía al frente de DC Films, debía
rendir cuentas a estos y Johnson decidió, no corto ni perezoso, saltarse el
escalafón y acudir directamente a ellos para solicitar el regreso de Cavill,
pese a que el estudio ya estuviese trabajando en una versión de un nuevo
Superman, esta vez de raza negra. Johnson lo consiguió, Cavill regresó y hasta
se habló de una secuela de El hombre de
acero.
Y
mientras, desde hace ya unos años, Flash
(que a estas alturas ya había dejado de llamarse Flashpoint) entre rodajes y reshoots.
Como colofón, el comportamiento de un Ezra Miller que se empeñaba en hacer de
todo y nada bueno: posesión de drogas, acusaciones de violencia y abusos
sexuales, robos, problemas mentales y hasta presunto líder de una secta. De
nuevo Warner monta y un circo y le
crecen los enanos.
En
esas, con todo lo que se relacione a Snyderverso
apestando a cadáver, el fracaso de Shazam
2 no fue nada sorprendente, pero todo apuntaba a que la polémica película
de Flash iba a ser, al fin, un punto
de inflexión. Pese a los escándalos de Miller, pese a que pertenece a una época
ya caduca, pese a los diversos cambios de su final (uno por cada directiva con
la que le ha tocado lidiar), los tráileres presagiaban algo bueno. Había cierto
hype tras las palabras de entusiasmo
de los primeros espectadores que la habían disfrutado (Tom Cruise y Stephen
King entre ellos, tal vez algún día sepamos la verdad tras esas alabanzas
desorbitadas). Y todo parecía indicar que el film de Andy Muschietti iba a
encargarse de cerrar el Snyderverso y
abrir las puertas al nuevo DCEU. De
nuevo regresaba Michael Keaton como el hombre murciélago, aparentando ser el
nuevo Batman oficial de este proyecto, y los cameos y las mil fiestas para los
fans que auguraban un verdadero deleite.
En
ocasiones se ha criticado al cine de género por no escuchar a los fans, pero
también ha habido otras muchas ocasiones en las que hacer una película pensando
solo en los fans es un peligro. Pasó con World
of warcraft, se repitió con Star
Wars: el ascenso de Skywalker y vuelve a suceder ahora con Flash. Unos efectos especiales ridículos,
una trama muy limitada y un exceso de cameos casi telegráficos es un pequeño
resumen de lo que el film de Muschietti ofrece (nada que ver con sus
estimulantes aproximaciones al terror con Mamá
e It), y el público ha reaccionado en
consecuencia.
La
que debía sentar la cátedra del nuevo proyecto, una estación de paso entre dos
universos (incluso se hablaba ya de la continuidad de Miller en el DCEU de Zafran y Gunn y de una posible
secuela), ha sido un rotundo fracaso, mayor aún que el de Black Adam. Incluso se especula que habría sido más rentable no
haberla estrenado, como se hizo con Batgirl
que hacerlo en estas condiciones. Warner
ya ha tirado la toalla y apenas dos semanas después de su estreno ya ha
anunciado la fecha en la que se podrá ver en HBO Max (de perdidos al río).
En
los despachos ya dan las películas por perdidas y solo quieren mirar hacia el
futuro. Hacia «su» futuro. Ya se ha anunciado al nombre del actor que
interpretará al nuevo Superman y liderará el proyecto de Gunn y Zafran, pero
viendo cómo han gestionado el final de la etapa anterior hay pocas esperanzas
de que consigan devolver la ilusión a los fans.
Snyder
ha muerto. Sus nuevos universos aspiran a brillar (ya sea en forma de
apocalipsis zombi o de epopeya espacial) en Netflix.
Henry Cavill va a trabajar con Guy Ritchie, Chad Stahelski y Matthew Vaughn.
Margott Robbie suena mucho por las oficinas de Marvel… Nombres de grandes talentos que resurgirán de sus cenizas.
Pero el universo que compartieron, sin ningún superhéroe que luchase por
salvarlo, ha sido aniquilado. Ahora, la gran pregunta es si le espera un largo
recorrido al Universo planteado por Gunn (que recordemos que se pegó un
batacazo con El Escuadrón Suicida) o
si por el contrario nace ya moribundo.
El
tiempo dirá.
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