Pocos directores hay tan activos y prolíficos (a excepción, quizá, de Dani de la Orden), como Álex de la Iglesia, que apenas hace un año presentaba Veneciafrenia, una de sus películas más flojas, teniendo por medio el rodaje de la serie 30 Monedas e impulsando esa colección de películas que produce bajo el nombre de The Fear Collection.
Resulta
curioso cómo, de entre su extensa filmografía (generalmente brillante), Veneciafrenia resulte uno de sus títulos
menores. Y digo lo de curioso porque justo su siguiente película, esta
divertidísima El cuarto pasajero, se
podría encontrar entre lo mejor de su filmografía. Pese a que podemos etiquetar
a De la Iglesia como un amante del fantástico, es en la comedia donde mejor se
mueve y en esta película se encuentra más lúcido que nunca, consiguiendo un
ritmo que nunca decae (y eso que la parte del atasco está rozando el
estiramiento) y culminando en un final adecuado, evitando esta vez que los
ataques (muchas veces inmerecidos) que sus conclusiones tienen.
Formando
tándem una vez más con Jorge Guerricaechevarría, El cuarto pasajero recurre al concepto (aunque nunca se nombra como
tal) del Blablacar para meter a
cuatro desconocidos en un trayecto en coche entre Bilbao y Madrid, algo no del
todo novedoso ya que es un planteamiento similar a la también reciente ¿Con quién viajas? Sin desmerecer a los
protagonistas de aquellas y dejando de lado cualquier comparación odiosa, el
gran acierto de De la Iglesia ha sido la dirección de actores, ya que consigue
extraer petróleo de la vis cómica de Alberto San Juan, mientras que la locura
de Ernesto Alterio, cada vez más cómodo en papeles extravagantes, es una
gozada.
De
la Iglesia recurre además a algunos de sus «sospechosos habituales», tales como
Blanca Suárez, Carlos Areces, Enrique Villén o Jaime Ordóñez, para terminar de
rematar la jugada de una road movie
trepidante que, en el fondo, oculta una comedia romántica muy convencional, en
un ejercicio bastante más contenido de lo que su director nos tiene
acostumbrados y que en este caso le sienta fenomenal a la película.
Cierto
es que el enfrentamiento entre los personajes de Alterio y San Juan los lleva a
unos límites que puede obligar al espectador a sentir algo de empatía hacia
ellos, en caso contrario pueden llegar a resultar odiosos. Este es, quizá, el
único peaje a pagar para una película distendida, refrescante y sin más
pretensiones que hacer pasar un buen rato con bastantes carcajadas y algún
destello de oscuridad marca de la casa.
Valoración:
Siete sobre diez.
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