Siempre
que me he enfrentado al hecho de escribir una opinión sobre una película he
tratado de ser elegante y objetivo, más allá de que luego mis valoraciones
puedan gustar más o menos al lector habitual. Sin embargo, en el caso de Dunkerque salí del cine tan ofendido e
indignado por semejante tomadura de pelo que se me va a hacer muy cuesta arriba
semejante propósito. Así que he decidido dividir este comentario en dos partes,
la primera en la que me contendré lo mejor posible y una segunda, ya con
spoilers, donde daré rienda suelta a todo lo que la película me provocó.
Aunque
nunca he sido un gran admirador del señor Nolan, al que siempre he considerado
mejor creador de imágenes que director (de guionista ya ni hablamos), pensaba
sinceramente que esta iba a ser la película que me reconciliaría con él. No en vano
narrar un episodio crucial de la historia (y más si corresponde, además, a la
II guerra Mundial) siempre luce mucho, como demostró Spielberg en la irregular Salvar al soldado Ryan o Gibson en la
magnífica Hasta el último hombre.
Pero no. Me bastaron quince minutos de película para descubrir que esto no era
para mí y ha sido esta una de las pocas veces que he estado a punto de
abandonar una sala de cine a la media hora de película.
Nolan
no filma, experimenta. No digo eso como algo negativo: el loable que en estos
tiempos de convencionalismo alguien trate de innovar en algo, pero el
experimentar no es sinónimo de triunfar. Su experimento es, para mí, a todas
luces fallido, consiguiendo sin duda su peor película y, posiblemente, una de
las peores del año. Y es que para inventos ya teníamos a David Lynch o a
Terrence Malick. Zapatero a tus zapatos, como se suele decir…
La
película pretende narrar la historia de Dunkerque, la mayor derrota militar de
los aliados y que propició la participación de los Estados Unidos en la guerra,
alentados por el famoso (y ventajista) discurso de Churchill. Y digo pretende
porque no estamos, en realidad, ante la historia de Dunkerque. Esto es más bien
una trivialización de la misma, una insultante edulcoración que ni explica lo
que sucedió ni se corresponde con la realidad.
Nolan
no está interesado en hacer una clase de historia, lo cual es decisión suya, y
en dos pinceladas (la idea de los panfletos es buena) nos pone en situación,
pero luego se corta a la hora de plasmar en imágenes el escenario real, no
dando sensación, en ningún momento, del sufrimiento que debieron sufrir los soldados
acorralados como ratones en esta playa rodeada de nazis y a apenas unos
quilómetros de su Inglaterra natal (en el caso de la película, poco pintan aquí
los franceses, polacos, belgas, etc.). Entiendo la decisión de no querer mostrar
al ejército alemán para centrar toda la atención en el protagonismo de los
británicos, pero ya jugó a lo mismo Spielberg en la miniserie Hermanos de Sangre y allí sí se sentía
la amenaza alemana como algo tangible.
En
un ejercicio de arrogancia donde la estrella es siempre el director, no la
historia, Nolan juega a dividir la trama en tres líneas temporales diferentes,
que muestra en paralelo hasta unirlas al final de la película. Este recurso
podría resultar interesante bien ejecutado, pero en sus manos resulta confuso,
un simple truco de ilusionismo para mostrarnos, las pocas escenas de interés,
repetidas por tres, como si él mismo fuese consciente de que narrada en orden
convencional la historia es extremadamente mínima. Y es que no todos los hechos
históricos, por importantes que sean para el desarrollo de la humanidad, pueden
ser bien llevados a la pantalla. Pero de eso hablaré más adelante.
Finalmente,
me queda hablar de los actores, entre los que solo puedo destacar a un
magnífico Kenneth Branagh, que con apenas unos minutos transmite en sus miradas
más que la película entera, y algo (muy poco) de Cillian Murphy, cuya historia,
bien desarrollada, podría haber sido interesante. Del resto nada se puede
destacar, sobre todo en el caso de Mark Rylance, un gran actor (aunque su
carrera comercial parece haber empezado y acabado con El puente de los espías, más después de esa ridiculez que fue Mi amigo el gigante) y que aquí está
horrible, sobre todo en la primera parte de la película.
En
fin, una película mala no por un cúmulo de situaciones sino por decisión del
propio señor Nolan, que aquí actúa como autor completo y es el único
responsable de todo lo bueno o malo que haya en el film. Y para mí es todo, o
casi todo, malo.
Dicho
esto, permitidme dejar algo de libertad a mi parte más emocional (es en esta
parte donde puede haber algún spoiler). Dicen los más críticos con la película (y es que a muchos
les ha encantado, considerándola una obra maestra, que no quiero yo ser profeta
de nada y reconozco que puede que en este caso esté solo contra el mundo) que
es fría y deja indiferente. La historia, desde luego, sí. Es imposible
simpatizar con ninguno de los soldados a los que no llegas a conocer para nada.
Pero a nivel general, la frialdad no fue conmigo. A mí sí me produjo
sensaciones, todas negativas.
Hay
una metáfora que ilustra la película. Al principio del todo está el chico
protagonista (un cantante de esos de moda que de cine poco sabe) intentando
hacer de vientre en varias ocasiones. Así creo que apareció el germen del film.
Estaba Nolan tan a gusto en el lujoso retrete de su mansión de California,
soltó todo lo que tenía que soltar y pensó: “he aquí mi próxima película”.
Porque eso es lo único que se me vino a la cabeza viendo Dunkerque: ¡menuda mierda!
Visualmente
es espantosa. Las escenas de combate aéreo no lucen nada, son precipitadas y
hasta incomodas de ver. Y el chiste ese de que lo que hace es buscar un
realismo total, sumergiendo al espectador en el contexto, se van al garete al
ver ese Dunkerque con edificaciones de los años setenta, ventanas de cristales
impolutos y antenas de televisión. Por su parte, el señor Tom Hardy debe ser el
actor más caradura de todos los tiempos. Ya en ese despropósito que sirvió para
cerrar la trilogía del murciélago de Nolan hizo un personaje al que nunca se le
veía la cara, como en media película de Mad Max, pero al menos ahí tenía acción corporal. Recibió alabanzas por pasarse
una hora y media hablando por el móvil desde su coche en Locke y dicen hace un cameo perfecto en Star Wars: Los últimos Jedi, oculto bajo la armadura de Stormtrooper.
Aquí, sin embargo, riza el rizo. Oculto bajo el casco y las gafas de aviador
(solo se le ve la cara en la bochornosa escena final, cuando planeando con un
avión sin gasolina derriba a un enemigo alemán, cual Cid Campeador cabalgando después
de muerto) se limita a sacudir la cabeza a un lado y otro de su cabina, como
los muñecotes esos que uno pone en el salpicadero del coche para echarse unas
risas.
Decía
antes que no todas las historias pueden ser bien adaptadas. Esta, visto lo
visto, no lo es. La cosa va de unos navegantes civiles que atravesaron el canal
de la Mancha para efectuar la evacuación de los militares atrapados. Así que lo
que vemos en la película es a los navegantes civiles cruzando el canal de la
Mancha y evacuando a unos militares atrapados. Punto. Eso lo cuento yo en diez
minutos, ya que no hay en ningún momento sensación de verdadero peligro. Tal y
como está narrado, parece como si el único obstáculo fuesen cuatro aviones
alemanes mal contados y un submarino fantasma que no está claro que existiese
realmente.
Y
decorando el pastel, como para rellenar trama, la historia del George este, al
que pintan de héroe pero que en realidad es el tonto del pueblo que solo quiere
salir de excursión con sus amigos (o los únicos que lo soportan, parece ser) y
que demuestra que normalmente los héroes se sustentan en mentiras.
Para
enmarcarlo todo, el ruido la música de Hanz Zimmer, absolutamente horrible,
pero al menos efectiva, de lo poco que transmite algo de emoción en la película
(porque si la escena más emocionante debe ser esa situación absurda dentro de
un barco varado, apaga y vámonos).
Quizá
el mayor chiste de todos sea escuchar a Christopher Nolan, después de criticar
a Netflix, defender que el cine debe verse en espacios que permitan disfrutarlo
tal y como fue concebido. Dunkerque
ha sido rodada en una combinación de cinta 15/70mm IMAX y Super Panavision 65
mm, lo que significa que no se puede apreciar en la calidad adecuada en el 99%
de los cines de todo el mundo. Así que quizá deberíamos hacerle caso y no ir a
ver su película a ningún cine que no sea una sala IMAX o un Phenomena. Y de
paso, gritarle: ¡Qué tonto eres, Christopher Nolan!
En
resumen, que más allá de mis filias y fobias por este sobrevalorado y
prepotente director, la película es una sarta de falsificaciones sobre lo que ocurrió,
narrada sin fuerza (os dejo a continuación un clip con un magnífico plano secuencia
de Expiación: Más allá de la pasión,
de Joe Wright que nos recordaban los amigos de Espinof, donde se puede adivinar
como fue realmente estar en Dunkerque, ya que Nolan ha obviado las muertes, el
dolor y el sufrimiento. Mala historia, malas interpretaciones, horrible
dirección y, sobre todo, muy, muy, muy aburrida.
Aunque,
como casi siempre, seguramente seré yo quien esté equivocado…Valoración: Tres sobre diez.
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