Confieso
que tengo una extraña relación de amor-odio con el guionista y director Nacho
Vigalondo.
Lo
descubrí por primera vez cuando entré a una sala de cine a ver Los Cronocrímenes sin tener ni idea de
lo que me podía encontrar y salí sumamente apasionado.
Eso provocó quizá un desmedido hype que se truncó en decepción con la insuficiente Extraterrestre, y aunque la apuesta visual de Open Windows me pareció interesante no logró despertar suficiente interés en mi como para recuperar mi fe por el director cántabro.
Eso provocó quizá un desmedido hype que se truncó en decepción con la insuficiente Extraterrestre, y aunque la apuesta visual de Open Windows me pareció interesante no logró despertar suficiente interés en mi como para recuperar mi fe por el director cántabro.
Tras
un considerable retraso en su estreno español (y siendo una de las que se me
escapó en el pasado festival de Sitges), tenía cierto temor ante su nuevo
estreno, el más internacional hasta la fecha. Con unas críticas dispares allá
por donde ha sido vista, Colossal atufaba a ser una nueva vuelta de tuerca al truco de Extraterrestre, es decir, una peli de personajes hablando donde la
invasión de turno no fuese más que una excusa, un pobre mcguffin para arrancar
la acción y atraer al público.
Pero
no, esta vez Vigalongo ha cumplido y ha mostrado lo que prometía, una película
de monstruos donde se pueden ver perfectamente a un kiaju y un mecha dándose de
tortas y destruyendo parte de Seúl. Y lo hace, además, maravillosamente bien.
No
quiere decir esto que estemos ante una revisión de Pacific Rin, Dios nos libre. El cine de Villalongo se nutre del
fantástico como el gran amante el frikismo comiquero y literario que es, pero
estos coqueteos con la ciencia ficción son simples movimientos para hablar de
cosas más profundas y reales, no estando él interesado en películas vacías de
simples efectos digitales y absurdas destrucciones gratuitas.
Por
eso, y dejando claro que Colossal
contiene seres colosales que molan y que tanto se echaban en falta en Extraterrestre, su película va en
realidad de los problemas que tiene una chica americana para poner en orden su caótica
vida, condenada en una espiral autodestructiva de noches de alcohol y auto
condescendencia.
Gloria
podría tenerlo todo en la vida. Es joven y guapa, buena escritora y con un
novio bien apuesto que cuida de ella. Pero algo la obliga a repetir una y otra
vez los mismos errores hasta terminar atrapada en un bucle del que no parece
haber escapatoria. Por ello, en busca de un nuevo comienzo, decide regresar a
su pueblo natal, un punto perdido en el mapa en la América profunda donde se reencontrará
con Oscar, un amigo del colegio tan atrapado en sus propias miserias como ella
misma.
Colossal, aparte de tener elementos fantásticos, funciona muy
bien a ritmo de comedia. No en vano el protagonista masculino es Jason
Sudeikis, especializado en el género con títulos como Somos los Miller o De-mentes criminales, y tampoco les es ajeno el género a Anne Hathaway y Dan Stevens.
Sin embargo, tras una aventura divertida y emocionante se oculta el drama de
unos personajes rotos, de seres perseguidos por sus propios errores incapaces
de ponerles fin incluso sabiendo perfectamente cuál es el problema (y el
alcohol es tan solo uno de ellos).
Con
un genial reflejo de la sociedad americana del interior, Vigalondo se siente
como pez en el agua en su aventura yanqui consiguiendo aunar la cotidianidad de
cuatro amigos charlando en un bar tras el cierre de este con la destrucción que
se está sufriendo al otro lado del mundo. Una destrucción con la que los
protagonistas tendrán mucho que ver.
Puede
decirse en su contra que la excusa para unir al personaje de Hathaway con lo
que está sucediendo en Seúl es algo gratuito y apenas justificado, pero es el
peaje que hay que pagar en una fantasía donde el trato a los personajes y a sus
sentimientos es excelente. Por eso, aunque uno pueda no llegar a identificarse
nunca con ninguno de ellos, sí puede comprenderlos o compadecerlos sin
problema, y eso significa, a la postre, simpatizar con sus acciones.
Colossal es una apuesta arriesgada, algo menos estrambótica de
lo que podía imaginar, muy bien dirigida y con magnifica factura, que tiene en
Austin Stowell y Tim Blake Nelson a dos secundarios de lujo (aunque quien posiblemente esté ante una de las mejores interpretaciones de su carrera es Hathaway) y que consigue
maquillar como comedia de monstruitos japos un doloroso drama que llega a
desgarrar por momentos.
Colossal es, a mi humilde parecer, la mejor película hasta la
fecha de Vigalondo, y un retorno al buen camino que consigue reconciliarme con
él y esperar con ganas su próximo trabajo.
Valoración:
Ocho sobre diez.
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