lunes, 31 de julio de 2017

Reflexiones catódicas: FARGO, una serie hecha excelencia.

Desde hace ya años es frecuente que haya un trasvase de ideas creativas entre el cine y la televisión. Lo más habitual son las películas inspiradas en productos televisivos, generalmente con mediocres resultados. Ahí están Los Ángeles de Charlie, El Equipo A, SWAT (Los hombres de Harrison), etc., siendo Misión Imposible de las que se salvan de la quema.
También es frecuente ver el caso inverso, que en los últimos años (y con el aumento de presupuestos y ambiciones de los canales por cable) han dado como resultados series de interesante calidad, aunque de todo hay en el reino del Señor. Desde las recomendables Hannibal o Motel Bates hasta apuestas más discretas, como Arma Letal o El Exorcista.
Hay, sin embargo, una serie que merece destacar por encima de todas las demás. Creada por Noah Hawley, Fargo es una reinvención de la película del mismo título que los hermanos Coen crearon en 1996, esa que comenzaba con la siguiente advertencia: “Esta es una historia real. Los hechos que se relatan tuvieron lugar en Minnesota en 1987. Por petición de os supervivientes, se han cambiado los nombres. Por respeto a los muertos, todo lo demás se relata tal y como ocurrió”. Una advertencia que se mantiene en la serie, aunque cambiando, en cada temporada, el año en que acontece la acción.
El gran acierto de Hawley ha sido no tratar de hacer una fotocopia de la película. De hecho, nada tiene que ver el argumento con aquel protagonizado por Steve Buscemi, William H. Macy y Frances McDormand entre otros, pero sí se podría asegurar que ambas producciones comparten un mismo universo. Más que eso, Hawley ha sabido captar eso tan abstracto y difícil de identificar que es “la esencia”. De esa manera, en la serie no aparece ningún personaje asociado al film ni la base argumental es la misma, pero sí los escenarios, la ambientación, el trato de los protagonistas, el humor negro y retorcido, la violencia y ese punto de mala baba que tan bien se les daba a los hermanos Coen por aquella época.
Es Fargo, además, una serie auto conclusiva, lo que se conoce como una antología. Cada temporada de diez capítulos se puede disfrutar de manera independiente, con tramas que quedan bien cerradas para poder reinventarse en la siguiente.
Hasta la fecha, tres son las temporadas de una serie magnífica que supera, y con creces, a algunas de las películas más recientes de sus “padres espirituales”, los Coen. Además, junto con el cuidado que Hawley pone en los guiones y la producción, el reparto es siempre de campanillas. Billy Bob Norton, Martin Freeman y Allison Tolman en la primera temporada, Patrick Wilson, Ted Danson y Kristen Dunst en la segunda y Ewan McGregor, Mary Elizabeth Winstead y David Thewlis para esta tercera.
Fargo se puede disfrutar en pequeños maratones como si de tres largas pero brillantes películas se tratasen, consiguiendo que el nivel se mantenga en cada una de ellas, tan parecidas y a la vez tan diferentes como para que resulte difícil decantarse por cual es la mejor hasta la fecha. La única nota negativa (pero que a la vez es muy positiva) es que es tan personal y su nivel de calidad tan exigente que Hawley ha asegurado que no habrá una cuarta temporada hasta que no tenga tiempo de escribir una historia del mismo nivel que las anteriores, y viendo lo ocupado que está con la serie Legión y sus proyectos para dirigir dos películas de largometraje, la cosa puede ir para largo. Algo que recuerda en parte a otra brillante serie, Sherlock.
En esta tercera temporada, las historias juegan a rizar el rizo con la creación de los hermanos Stussy, ambos interpretados por un Ewan McGregor en estado de gracia que logra dos personajes totalmente diferentes entre sí. Poco podemos hablar de McGregor que no se sepa ya: rebelde drogadicto de los noventa, maestro Jedi, sufrido marido en la excelente Lo imposible y, ahora, hasta director de nivel. Mary Elizabeth Winstead parecía que iba a ser una de esas aspirantes a estrella que se quedó en el camino cuando Scott Pilgrim contra el mundo y el remake de La cosa no funcionaron en taquilla como se esperaba, pero en 2016 se resarció de su rol de eterna secundaria por culpa de  películas como Abraham Lincoln: Cazador de vampiros, La jungla de Cristal: un buen día para morir o Matar al mensajero, gracias a su participación en Swiss Army Man, Los Hollar o, sobre todo, Calle Coverfield, 10 y sus papeles protagonistas en series como BrainDead, Mercy Street y esta Fargo que nos ocupa.
Pero seguramente los dos papeles más interesantes los tienen David Thewlis y Carrie Coon. El primero, interpretando uno de los papeles más repulsivos y desagradables que uno pueda imaginar, ejecutando a la perfección el rol de villano de la función, mucho más inquietante y desasosegante que su personaje algo ridículo en Wonder Woman. Coon, por su parte, de moda también por la serie The Leftovers, interpreta a una concienzuda policía que no cesará en su empeño por descubrir la verdad que se oculta tras las muertes de varias personas relacionadas con el apellido Stussy, algo heredado de la Frances McDormand de la película original y que siempre ha estado presente en la serie. No es casual que ambos estén nominados al Emmy.
Al final, todo gira en torno a historias pequeñas y casi estúpidas, como son dos hermanos peleándose por un sello de correos, con una trama que desorienta al principio y que precisa de varios capítulos para poder desentrañarlo que nos pretende contar Hawley. Al final, diversas pequeñas historias van uniéndose hasta formar una grande, una en la que no van a faltar las muertes, los giros sorprendentes, las grandes panorámicas, los paisajes desolados y, como no puede ser de otra manera, la sangre sobre la nieve.
Fargo tiene grandes actores y grandes historias, pero no sería lo que es sin el uso magistral de la fotografía, con planos cargados de poesía y acompañados de una música imprescindible. Atentos especialmente al episodio en la que se simboliza a cada personaje con un instrumento de orquesta.
Fargo es una serie clásica, casi añeja, pero a la vez se reinventa de tal manera que acaba por ser novedosa y rompedora. Y por ello, aunque ya hace algunos meses que concluyó esta tercera (¿y última?) temporada, quiero recomendarla para los que no hayáis tenido oportunidad de verla aún.
Una propuesta muy refrescante para este tiempo de calor.

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