Después de un montón de secuelas y una serie en proyecto, Muñeco diabólico regresa en forma de remake para tratar de dar un nuevo lustro a la historia del juguete asesino que en su anterior encarnación llegó a tener novia e incluso un hijo.
La pena es que esta película, pese a sus buenas críticas, está condenada al fracaso. Y es que es difícil que un producto que nació de la gloriosa serie B de los ochenta, carne de videoclub, sea una apuesta de garantías en una taquilla donde el terror parece ser exclusividad de los Blum o Wan de turno, aunque siendo tan reducido su presupuesto, las esperanzas de que recaude lo suficiente para dar pie a una secuela están más que justificadas.
Don Mancini, mente detrás de las ocho películas de la saga y de la serie que está en camino, no quiso saber nada de esta nueva película, renegando incluso de ella, lo que no parecía presagiar nada nuevo. Sin embargo, el guionista Tyler Burton Smith, pese a contar con un argumento ligeramente plano y previsible, logra darle una vuelta de tuerca al personaje consiguiendo aunar nostalgia y modernidad con una maestría impropia de la mayoría de productos de ínfulas ochenteras que nos llegan tan a menudo.
En esta nueva versión, no hay nada satánico en el origen de Chucky (con lo que no tiene ya ningún sentido la traducción al español del título original, pero ¿a quién le importa?), sino que todo se basa en la tecnología, sirviendo la película como aviso sobre el peligro que la domotización de nuestros hogares, con Siri, Alexa o Google Home como principales damnificados, al más puro estilo Black Mirrow, pero sin que ello signifique que todo se base en la moralina barata de “internet es el mal”, pues al final -y este es otro gran acierto- es el factor humano el que determina la tragedia de todo lo que está por suceder.
Lars Klevberg consigue esto sin renunciar a las referencias de la época en que la historia original se gestó. Por ello, entre múltiples referencias a obras míticas (o no) como La matanza de Texas 2 o RoboCop (solo ver el logotipo de Orion al comienzo de la película ya produce un agradable estremecimiento), Muñeco diabólico consigue ser una mezcla perfecta entre el humor más gamberro y desmadrado con una generosa dosis de sangre tan excesiva como necesaria. Es esta mezcla de gore y diversión, sin dejar de lado el aspecto más humano de los personajes (ahí funciona muy bien Aubrey Plaza encabezando las dificultades de ser madre soltera), es lo que mejor define a esta película, y también, me temo, lo que más la distancie de un público adolescente (se supone que el target al que debería ir dirigida) que seguramente no conecten con este humor tan radical y echen de menos los sustos idiotas de productos tan tristemente representativos del cine de terror, vacío e insustancial, de hoy como La monja, La llorona y sandeces así).
En fin, una estupenda traslación del espíritu de los ochenta sin dejar de lado una inteligente actualización, entrañable y sádica a la vez, que es una gozada de esas que en festivales como Sitges habría provocado aplausos cada cinco minutos.
Valoración: Siete sobre diez.
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