Parece ser que el binomio formado por Adam Sandler y Netflix va para largo, y en vista de los buenos resultados cosechados no es de extrañar. Su última película juntos, Criminales en el mar, ha batido récords de descargas en su primer fin de semana y es ya un título referente entro de la plataforma de streaming.
Ya sabéis que no soy especialmente defensor del humor de Sandler, habitualmente zafio y chabacano, pero debo reconocer que en esta película está mucho más comedido que de costumbre, adoptando un tono blanco y sutil que sin duda decepcionara a los fans de su faceta más gamberra pero que permite conectar con un público mucho más amplio (polémicas nacionalistas aparte que no voy a tratar aquí por lo ridículas que me parecen).
Como evidente homenaje a las historias detectivescas de Agatha Christie, Criminales en el mar sitúa a un matrimonio americano de clase media y plena crisis existencial (que ni ellos mismos han sabido identificar) en medio de un yate de lujo paseando por el Mediterráneo donde se está orquestando una gran tragedia familiar entre un millonario y sus ricos herederos. Como ya sabe bien el aficionado a este tipo de historias, untar a gente adinerada alrededor de un testamento no suele ser buena idea y alguien va a morir, dejando al resto como firmes sospechosos, incluyendo a ese matrimonio tan fuera de lugar que harán las veces de investigadores (versión torpe de Poirot o Marple) como de principales sospechosos.
Al final todo deriva en un batiburrillo de situaciones bastante bien llevadas, un juego del Cluedo que rememora el Asesinato en el Orient Express (homenaje final incluido) y donde no pueden faltar un montón de figuras de renombre apoyando a Sandler, que aquí no es tanto el centro de atención como en otras ocasiones y reparte contino los focos, en especial quien ya fuera su pareja ficticia en Sígueme el rollo, una Jennifer Aniston que estaba perdiendo ya parte de su magia como reina de la comedia americana. Junto a ellos, grandes actores que parecen pasárselo aquí realmente bien, como Luke Evans, Gemma Arterton, Dany Boon o Terence Stamp, demostrando que, pese a hablar de una comedieta de Netflix, estamos ante un producto bien trabajado. Ya su director, Kyle Newacheck, había destacado en ¡Game over, tío!, la música es de Rupert Gregson-Williams, habitual del cine de Sandler, pero también autor de las composiciones de Aquaman, Wonder Woman o Hasta el último hombre, y el guionista es nada más ni nada menos que James Vanderbilt, autor del libreto de Zodiac, The amazing Spiderman o La Verdad, su interesante debut como director.
En fin, que estamos ante una comedia de situación con muchos enredos, paisajes de postal, lujos envidiables y tontadas varias que se entremezclan con diálogos inteligentes y logra que la mezcla entre el absurdo y la efectividad brille, permitiendo que el invento funcione y se consiga un estimable entretenimiento al que tampoco hay que pedirle demasiado.
Cine de evasión cumplidor y ameno y apto para ver en familia. ¿Para qué pedir más?
Valoración: Seis sobre diez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario