Desde
hace algún tiempo los grandes estudios de Hollywood parecen empeñados a tomar
grandes personajes literarios (y si son malvados, mejor) y convertirlos en una
especia de superhéroes trágicos, supongo que acongojados por los grandes éxitos
de películas basadas en personajes Marvel y DC y de los que la mayoría no
tienen los derechos. Me vienen a la mente, por lo pronto, Yo, Frankenstein o Maléfica,
que, aun tratándose de personajes de ficción, poseen un origen que merecería
ser respetado.
No
quiero ponerme en plan gafapastas (eso le pega más a los señores del CSI a los
que llevaba tiempo sin nombrar por aquí) y exigir que se respeten textualmente
los relatos originales o los hechos históricos, pues el cine debe ser por
encima de todo un divertimento y todo vale con tal de hacer un buen
entretenimiento, pero debería exigirse al menos un poco de criterio a la hora
de versionar y retorcer algunos mitos, hacerlo con algún aporte, no solo como
parte de una futura franquicia sin cuidar lo más mínimo los detalles. Y para
que conste que no me obceco con el tema quiero recordaros que soy un gran
defensor de títulos como Abraham Lincoln,
cazador de vampiros, Hansel &
Gretel, cazadores de brujas o el Van
Helsing de Sommers. Al menos aquellas tenían ideas frescas en sus guiones y
directores que sabían lo que pretendían ofrecer.
En
esta ocasión, con la excusa de resucitar y homenajear a sus grandes clásicos de
antaño, la Universal ha concebido el inicio de una franquicia monstruosa que,
tras el estreno de obras basadas en Frankenstein, El Hombre Lobo, la Criatura
de la Laguna Negra, la Momia o el Hombre Invisible, terminarán entremezclándose
todos en un único film al más puro estilo Los
Vengadores.
¿Y
qué nos encontramos en la primera piedra de un mega proyecto que sólo las
taquillas decidirán si llega a cuajar? Pues lo esperado, una versión nada fiel
a la narrada por Stoker del señor de los vampiros, mucho CGI, no demasiada
sangre (para no asustar al público más tierno) y algunas actuaciones
lamentables.
No
voy a negar que Drácula, la leyenda jamás
contada (el título es bueno, nunca se ha contado esta versión de la
leyenda, entre otras cosas porque no existía hasta ahora esta versión de la
leyenda) sea bastante entretenida y no se haga para nada pesada, aun cuando
carezca de la capacidad de sorprender y sólo la escena final (donde vemos al
gran Charles Dance en todo su inquietante esplendor) nos deja con ganas de más.
Vlad
(Drácula) es un príncipe (por decir algo, pues da la sensación de que sólo
gobierna sobre su propio castillo amurallado) que ve como su pueblo va a ser
subyugado por los turcos y hace un pacto con ente maléfico para convertirse en
una criatura de la noche y así poder enfrentarse al malvado Mehmed (un ridículo
y esperpéntico Dominic Cooper).
Lo peor del invento, que tampoco aspira a nada más que a mostrar cuatro escenas de batallas demasiado digitales y a edulcorar la trama con la presencia algo cansina de Milena (Sarah Gordon), la esposa del príncipe, es la mala definición de sus personajes, a los que tampoco ayuda unas interpretaciones algo limitadas, empezando por el propio protagonista, Luke Evans, que se limita a repetir dos expresiones (tipo guapo e interesante y tipo enfadado) todo el rato.
Lo peor del invento, que tampoco aspira a nada más que a mostrar cuatro escenas de batallas demasiado digitales y a edulcorar la trama con la presencia algo cansina de Milena (Sarah Gordon), la esposa del príncipe, es la mala definición de sus personajes, a los que tampoco ayuda unas interpretaciones algo limitadas, empezando por el propio protagonista, Luke Evans, que se limita a repetir dos expresiones (tipo guapo e interesante y tipo enfadado) todo el rato.
Drácula
no da miedo. Y no lo digo yo, se refleja en el film. A la postre, no es
respetado ni por su pueblo ni por sus enemigos turcos. Y ni siquiera al final,
desatado ya todo su poder, consigue ser respetado por otros vampiros. Esto
quizá sea una buena treta para no atarlo a nadie y convertir su figura en la de
un héroe caído, atormentado, que pueda dar mucho juego en futuras películas (ya
el cartel es una especie de homenaje/copia al Batman de Nolan), pero que hace
que realmente nos importe poco que logre o no su objetivo en la película. Eso y
el nulo respeto histórico (hemos de recordar que Vlad fue un personaje real, no
así Drácula) hace que el film flojee demasiado. Casi al comienzo de la acción,
cuando Vlad va a ser transformado, su “mentor” le dice: “que empiece el juego”,
y no podría estar más acertado.
Drácula, la leyenda jamás contada no es más que un juego. Un divertimento. Hay buenas
historias inspiradas en la leyenda de Drácula creada por Brad Stoker. Hay
también interesantes obras que recrean la realidad del príncipe Vlad, el
Empalador. Y luego está esto…
No
voy a cargarme del todo la película, ni siquiera la voy a suspender, pero es
innegable que, bajo los ojos de un amante del género vampírico como me
considero este amalgama de superhéroe y vampiro resulta, cuanto menos,
decepcionante.
Y
eso que tampoco es que esperara mucho.
No hay comentarios:
Publicar un comentario