martes, 28 de octubre de 2014

LA GRAN SEDUCCIÓN (6d10)

Ambientada en un tranquilo puerto de la costa canadiense, La gran seducción es una comedia rural, quizá excesivamente blanca e bienintencionada que refleja las consecuencias de la crisis en una población derrotada y desesperanzada y con una media de edad notablemente alta. 
El pueblo del que se diría cualquiera quiere escapar y, a juzgar por la escasa juventud, todo aquel que ha podido lo ha hecho. Por eso, resulta casi una utopía pensar que un médico joven que debe pasar un mes en la localidad como una especie de servicio social obligado pueda desear establecerse de manera definitiva. Sin embargo esa es la última esperanza de los lugareños para conseguir que una empresa de reciclaje de residuos construya una fábrica en el lugar devolviéndoles el orgullo y la posibilidad de trabajar.
Aunque el arranque es una brillante y ácida metáfora sobre la responsabilidad del propio individuo ante la falta de opciones laborales por su propio conformismo y holgazanería, pronto el tema deriva hacia una comedia de enredos capitaneada por un brillante Brendan Gleeson que se encargará de transformar el puerto en una especie de paraíso para el doctor que interpreta con carisma y simpatía Taylor Kitsch (que todavía anda tratando de quitarse el sambenito de haber estado a punto de arruinar la Disney con la exageradamente vapuleada John Carter de Marte), incluyendo la creación de un campo de cricket, escuchas telefónicas o impuestas sesiones de pesca con aroma paternal.
Sin llegar a ser nada del otro mundo la apuesta (en el fondo una vuelta de tuerca más al eterno contraste entre urbanitas y rústicos) es simpatía y agradable, con un trasfondo claramente optimista que nunca viene mal en estos tiempos y un puñado de personajes entrañables. La química entre los protagonistas es buena y eso ayuda a que les pediremos algunas situaciones demasiado tópicas o previsibles.
Dicen que el fin justifica los medios, y eso se demuestra en este título que no tiene más fin que aportar una hora y media de abstracción y aportar una sonrisa duradera al espectador. Y eso, sin duda, lo consigue.

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