Podía ser que Ninja Turtles (no
sé por qué demonios no han podido traducir el nombre) fuese una película
exclusivamente pensada para los fans más acérrimos (que sin duda se podrán
furiosos con algunos cambios sustanciales en el origen de los personajes), pero
si es así no estaba indicado en la entrada del cine.
También podría ser que estuviese destinada única y exclusivamente a un
público menor de doce años, pero tampoco vi ningún aviso al respecto.
El caso es que para la mayoría de los mortales la película de las
tortuguitas es mala, muy mala, aunque al menos no se la puede acusar de falta
de sinceridad. El horrible tráiler y los espantosos carteles ya lo auguraban.
Definitivamente, el nombre de Michael Bay en el poster sólo indica quién ha
puesto la pasta, pues no hay en toda la película una sola escena de acción
filmada con la espectacularidad propia del director de Transformers, y eso que hay varios momentos propicios, como la
caída del camión por la montaña o la increíblemente mal filmada escena final,
que demuestra que al inefable Jonathan Liebesman estos proyectos le vienen
grandes.
Con un guion estúpido, diálogos absurdos y una acción que recae demasiado
sobre el personaje que interpreta Megan Fox, que llevaba un tiempo alejada del
cine pero lamentablemente no ha querido o podido aprovecharlo para tomar clases
de interpretación, la película tiene momentos salvables, como los alivios
cómicos que funcionan francamente bien, pero comete el error de querer tomarse demasiado
en serio a sí misma, siendo entonces cuando resulta estúpida y casi hasta
insultante, pues uno duda si los autores de esta patraña son unos ineptos o
simplemente están tomando por tontos a los espectadores.
Con unos efectos digitales que no mejoran para nada el encanto de las
marionetas y el látex de la versión de 1990, la trama parece haber sido
confeccionada por sus guionistas en cuatro garabatos en una pausa para el café
limitándose a rememorar las tres o cuatro películas que el tipo ha visto más
recientemente (y eso que son nada menos que tres). Tomando como base las
características básicas de los personajes de Peter Laird y Kevin Eastman
(cuatro tortugas mutantes que viven en las alcantarillas y saben hablar y
luchar gracias a las enseñanzas de una rata), resulta que la creación de los
héroes es consecuencia directa de los experimentos en el pasado del padre de la
prota y el malo malísimo, vamos algo así como pasaba con el padre de Peter y
Osborn en The Amazing Spider-Man.
Para colmo, en el momento del clímax final el villano pretende lanzar un veneno
desde lo alto de un rascacielos, exactamente lo mismo que pretendía el lagarto
en la citada película. Más cosas: la escena más divertida transcurre en un
ascensor (¿alguien ha mencionado el Spider-man
2 de Sam Raimi o a El Capitán América:
el Soldado de Invierno?), el malo viste una armadura que parece calcada de
El Samuray de Plata de Lobezno: Inmortal y cuando aparecen una serie de puñales
de sus muñecas imitando los gestos del propio mutante de Marvel y los saltos de
las tortugas a cámara lenta esquivando dichos cuchillos son planos imitados
(pero mal) de cualquier Resident Evil
de Paul W.S. Anderson.
Y puedo seguir: el personaje de William Fichtner recuerda mucho al de
Christopher Walken en Batman vuelve y hay en general un aire que recuerda
constantemente (chistes incluidos aparte) a los Batman de Burton/Schumacher.
Puedo aceptar
que se trata de un producto muy fantasioso y no hay que pedirle una veracidad
extrema (¡¡¡son tortugas ninjas, por Dios!!!), pero eso no implica que se trate
con un mínimo de respeto a la historia. No hay ningún planteamiento moral en la
trama, nada justifica las acciones del malo ni sabemos nada de su historia, no
nos explica qué motiva a las tortugas para hacer lo que hacen… ¡Si hasta el
elemento pizza está metido con calzador!
Sí hay, no
obstante, una manera de disfrutar la película. Y es, llegados a un punto,
olvidarse de cualquier criterio lógico y dejarse llevar por el surrealismo
atroz de semejante despropósito, logrando así carcajearnos con la simpleza de
las acciones tal y como podríamos hacer con películas de calidad equiparable
como las famosillas Pirañaconda, Megatiburón contra crocosaurio y
lindezas así.
En fin, que
tiene que haber cine para todos los gustos. Y, en ocasiones, cine sin gusto
alguno. Y este es un claro ejemplo de lo último.
Más que cine es una
sacacuartos. Lo malo es que la gente pica. Y en breve tendremos secuela.
¿O no?
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