Aunque
confieso no haberla revisionado en años, guardo un grato recuerdo de la Independence Day original, película que
me cautivó y emocionó y que se me antojó una montaña rusa de emociones y
destrucción sin parangón.
Muy
tarde (veinte años) llega su previsible secuela en la que repite el director y
alguno de sus protagonistas a la par que se presenta a una colección de jóvenes
pipiolos que tomen el relevo (¿alguien ha nombrado a Star Wars: el despertar de la fuerza?) y se enfrenten a los bichos
alienígenas en futuras (e innecesarias) entregas.
Pese
a todo, hay que reconocer que Independence
Day era una tontería de película, una historia absurda cuya
espectacularidad ocultaba sus carencias hasta convertirse en un gran divertimento.
En ese sentido, Independence Day:Contraataque es más absurda si cabe, pero pierde en espectacularidad y,
desde luego, no es ni la mitad de divertida que aquella, con lo que su
visionado resulta superfluo e insulso. Hay que hacer muchas cosas mal para que
una invasión alienígena a gran escala aburra, y en este film casi todo lo que
se hace está mal. Porque sí, la película aburre. Y ese es su peor pecado.
La
cosa empieza con cierta coherencia, el regreso de los alienígenas para vengarse
de su anterior derrota (y de paso explicarnos qué demonios quería con nosotros
aparte de lo que pueda molar ir por ahí destruyendo planetas ajenos) y con la
humanidad preparada para recibirlos, pero a partir de ahí todo es ridículo y
desproporcionado, los personajes carecen de carisma y los diálogos rozan lo
patético. Soy un gran defensor del cine de Rolald Emmerich hasta el punto de
que disfruté más con Asalto al poder
que con Objetivo: La Casa Blanca
aunque posiblemente el film de Fuqua contenga más virtudes, y creo que en
temas de destrucción gratuita no hay nadie como él, pero algo le sucedió
durante el rodaje de este film que le hizo perder su garra habitual y las
secuencias de acción están dirigidas de manera anodina, que junto a un montaje atropellado
y confuso dotan a la película de un tufillo somnífero con el que la implicación
resulta casi imposible.
Considero
que 2012 era, hasta la fecha, su peor
película, por aquello de lo mal escrita que estaba la historia, pero al menos
contenía momentos visuales impactantes. Pero nada de eso encontré en esta
secuela donde se abusa del humor (un humor sin gracia, por cierto), los
personajes deambulan por la Tierra y la Luna sin ritmo de continuidad y se
repiten algunas jugadas ya conocidas pero con la excusa del “todo es más
grande” como única arma para mejorarlas. No hay ninguna escena digna de ser
recordada, como fue en su momento la destrucción de la Casa Blanca, y ni
siquiera los diálogos alentadores (otra de las virtudes de la película de 1995)
del Presidente son merecedores de elogio. La película carece de épica,
espectacularidad y emoción, provocando que hasta las muertes de personajes
importantes pasen desapercibidas (y no es la primera película del año que
comete estos errores de bulto).
Puede
que la culpa sea, como se ha comentado por ahí, de que ya está todo visto.
Resulta difícil imaginar un ataque alienígena que supere en espectacularidad al
de Los Vengadores, El hombre de acero o la propia Independence Day, pero yo creo que la
culpa del despropósito recae más bien en la propia dejadez de sus autores. Da
la sensación de que la película está escrita, dirigida e interpretada de mala
gana. Y esa sensación traspasa la pantalla y termina por contagiar al
espectador.
No
es esta una película espantosa, pero sí redunda en la desgana y la simpleza, convirtiéndose
en una más del montón muy lejos de la grandeza (merecida o no juzguen ustedes
mismos) que tuvo el primer film. Otra muestra más de que un presupuesto amplio
no siempre revierte en un gran espectáculo pirotécnico.
Y
van…
Valoración:
Cuatro sobre diez.
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