Malditos vecinos 2 es una nueva cafrada de Seth Rogen como autor, aunque
esta vez hasta seis guionistas más lo acompañan en los créditos, y donde Nicholas
Stoller repite en la silla del director. Estamos ante otra de esas películas de
chistes escatológicos sobre pedos, erecciones y porros que, por alguna razón,
funciona notablemente bien.
Alguien
dijo alguna vez que para hacer una buena secuela hay que contar otra vez lo
mismo pero de manera diferente, y esta es la máxima que parecen haber seguido
los creadores de Malditos vecinos 2.
Demasiado al pie de la letra, quizá. Mac y Kelly siguen siendo un matrimonio de
clase media obligados a madurar por las imposiciones de la paternidad a los que
su vida se verá, de nuevo, alterada por los vecinos universitarios, que
convertirán la casa de al lado en lugar habitual de fiestas de fraternidad con
el alboroto que ello conlleva. La novedad está en que el antiguo enemigo interpretado
por Zac Efron es ahora un valioso aliado y los alborotadores son esta vez
chicas, lideradas por Chloë Grace Moretz. Un interesante giro argumental que
añade a la típica confrontación generacional (por supuesto, el complejo de
Peter Pan continua presente) una guerra de sexos que, por desgracia, termina
volviéndose descafeinada cuando las cafradas a las que me refería al principio resultan
ser más o menos las mismas ahora que cuando los cafres eran chicos, por más que
ellas pretendan reivindicar lo contrario.
Más
allá de esto, pues más de lo mismo. Recurriendo a todos los tópicos de las
fiestas universitarias (¿es que en Estados Unidos nadie estudia nunca?), de la inmadurez
y de la búsqueda de uno mismo (ese papel le corresponde ahora a Efron, rota su
amistad con el personaje de Dave Franco) Malditos
Vecinos 2, pese a su final con moralina y mensaje nada oculto, es una
sucesión de bromas más o menos acertadas que no aspira a nada más que a hacer reír.
Y en medio de una cartelera tan mediocre como la que hay ahora mismo, al menos
es una loable propuesta.
Risas,
soeces en ocasiones y algo simplonas, pero risas al fin y al cabo.
Valoración:
Seis sobre diez.
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