Tradicionalmente
el cine de animación se dividía en dos vertientes: las historias sencillas y
simplonas para entretener a los niños o las tramas elaboradas con referencias
ocultas en as que poder distraer también a los sufridos padres. No era un
terreno propio de secuelas a no ser las mediocridades oportunistas que se
destinaban directamente al mercado doméstico. Pero los tiempos han cambiado y
ahora la obsesión por hacer una franquicia de cualquier cosa ha propiciado que
se establezca la norma del “todo vale por la pasta”.
La
propia “jefa” de todo esto ya ha demostrado las carencias de títulos como Monstruos University o Cars 2 (algunos metería en el saco a Buscando a Dory), mientras que la
decadencia se ha hecho mucho más evidente en títulos como Kung Fu Panda, Shrek o la
que toca ahora, Ice Age.
No
es que la Ice Age: La edad del hielo
fuese una maravilla, pero entretenía bastante y presentaba a unos personajes
con carisma suficiente para dar bastante juego. Pero no para llegar a la que es
ya la quinta entrega de una saga que ha ido en claro bajón de calidad. Como en
el caso de Shrek (solo la primera era
verdaderamente interesante), el invento no da para tanto, y el verdadero
cataclismo al que elude el título de esta nueva película de Manny, Sid y
compañía es el propio argumento, una tontería plagada de violencia y trompazos
como si no se pudiese aspirar a otra cosa que al humor fácil de Scrat golpeando
y golpeándose con todo y la total falta de inteligencia en la construcción de
situaciones o diálogos.
Nunca
se ha caracterizado esta saga por su realismo (ya en su primera parte hacen
coincidir humanos con mamuts), pero los despropósitos han ido a más hasta
llegar al absurdo más absoluto (aquí te explican que la creación del universo,
el big bang, fue culpa de Scrat pero… ¿de dónde sale Scrat? ¿y la nave
extraterrestre? ¿y…?).
En
fin, un cúmulo de tonterías una tras otra, con muchos colorines para no aburrir
a los más pequeños (otra cosa es que lo consiga) pero totalmente prescindible
para los mayores. Ni siquiera merece la pena como excusa para huir del calor
veraniego que nos machaca. A no ser que lo que queramos es un lugar fresco
donde echarnos una buena siesta, claro está.
Valoración:
Tres sobre diez.
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