Resulta
curiosa (y hasta confusa) la decisión que se llevó a cabo en España a la hora
de traducir el título de la película de 2013: The Purge. Como si La Purga
fuese algo difícil de entender, se decidió dejar el título en inglés y añadir
el subtítulo de La noche de las bestias,
manteniendo el absurdo en sus dos secuelas, de manera que la saga The Purge se ha convertido aquí en la
saga La noche de las Bestias. En fin…
El
caso es que aquella película de hace dos años con la que el guionista James
DeMonaco se consagraba como director resultó ser una pequeña decepción ante lo
enormemente interesante de su propuesta: en una sociedad ligeramente futura en
los Estados Unidos se decide celebrar una noche al año donde los delitos de
vandalismo u violencia gocen de total impunidad, permitiendo así dar rienda
suelta a los instintos más bajos del ser humano y garantizando, supuestamente,
que el resto del año la violencia será fácilmente controlada. Aunque ya
apuntaba esa obra a denuncia social, la limitación de su presupuesto obligaba a
que toda la acción se limitara al interior de una casa, con lo que el original
punto de partida se volvía algo rutinario y repetitivo pese al buen hacer de
sus protagonistas, Ethan Hawke y Lena Headey, aunque ya hacía gala DeMonaco de
una puesta en escena impactante y un gran diseño de personajes, con unos
villanos caracterizados con máscaras y atuendos realmente perturbadores.
La
película funcionó lo suficientemente bien como para dar pie a una secuela (Anarchy) en la
que el propio DeMonaco hizo lo que todo el mundo deseaba: trasladar la acción a
las calles y crear un personaje, el Leo Barnes interpretado por Frank Grillo
(una versión nada disimulada del Punisher de Marvel), que pudiera hacer frente
a los violentos, amplificando el conflicto en lugar de limitarse a repetir el
esquema de víctimas atrapadas luchando por su supervivencia. Ya se intuía aquí,
además, que las intenciones del gobierno (esos autoproclamados Nuevos Padres Fundadores)
no eran tan benévolas como decían.
He
dedicado tanto tiempo a repasar las películas anteriores porque con la tercera
(y presumiblemente definitiva) película de la saga, DeMonaco se ha quitado
directamente la careta (pero no la de sus personajes, que siguen luciendo
un look gloriosamente grotesco) para
señalar con el dedo a un gobierno corrupto ávido de poder y dinero pero con un
ligero mensaje de esperanza. Los políticos no son todos malos, como se suele
decir. Sólo los que gobiernan. Y en ello está la senadora candidata Charlie
Roan (Elizabeth Michell, la recordada Juliet de Perdidos), que con la ayuda, de nuevo, de Leo Barnes tratará de
hacer frente a la cúpula de poder que se escuda en la decadencia de la sociedad
para seguir justificando una Purga que solo beneficia a los de arriba. Si es
que logra sobrevivir a la noche, claro está.
Election: La noche de las Bestias es sin duda la mejor película de las tres,
demostrando DeMonaco que es capaz de crecer con cada nuevo trabajo, que es
capaz de sumar profundidad e intenciones sin abandonar las virtudes que definen
la saga. Así, consigue que este nuevo film tenga mucha violencia y tensión pero
sin dejar de ser por ello reflexiva y profunda. La decadencia de una sociedad
donde se han perdido los valores y que, además, se vuelve ahora global (genial
el concepto del turismo criminal) encuentra una pequeña llama de esperanza que
invita a que la lucha, por fin, tenga sentido.
Pero
lo mejor de esta última película es que, además, vista la saga en su conjunto,
hace que la primera parte tome más sentido y gane en calidad. Lo que entonces
parecía un film algo flojo se ha convertido en una brillante carta de
presentación, en un simple primer acto de una historia que, dos años después, parece
haberse completado.
No
estoy seguro de si The Purge deba
considerarse una saga de cine de terror, por más que la sangre fluya a
borbotones y la violencia y asesinatos la definan, pero lo que está claro es
que el retrato de DeMonaco del ser humano puede llegar a dar mucho más miedo
que todos los fantasmas de James Wan juntos.
Valoración:
Siete de diez.
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