Debo
reconocer que en los últimos tiempos Steven Spielberg me tiene un poco
desconcertado: Las aventuras de Tintín: El secreto del Unicornio y War Horse me produjeron cierta indiferencia, Lincoln me pareció una de las películas más aburridas que recuerdo
haber visto y El puente de los espías
me entusiasmó hasta el punto de calificarla como uno de los mejores títulos
estrenados el año pasado. Claro que eso
ya me viene de lejos, pues nunca he sido un devoto del otrora denominado Rey
Midas de Hollywood y nunca entendí la fascinación de títulos como E.T.
El
problema con Mi amigo el gigante, más
allá de su calidad cinematográfica, está en que exige demasiado al espectador.
Es una de esas películas que puede cautivarte (o no) desde el principio y que
necesita que uno se deje llevar por la historia, que entre en ella a pies
juntillas. Y supongo que yo, simplemente, no entré.
No
puedo encontrar demasiados argumentos en contra de la película, el ritmo narrativo
es correcto, los efectos digitales maravillosos y Spielberg sigue siendo un
gran director, sabiendo poner la cámara siempre en el lugar adecuado. Sin
embargo, tal y como me pasara con la adaptación del personaje de Hergé, una
cierta desidia me invadía a lo largo del metraje de este cuento demasiado
infantil sobre una niña secuestrada por un gigante con el que termina trabando
una gran amistad.
Siendo
Spielberg un gran conocedor del cine juvenil y de aventuras, quizá su defecto
sea querer parecerse demasiado a las aventuras que narraba y producía en los
ochenta cuando ese cine ya ha quedado atrás. Así, muchas cosas en la historia
sin demasiado simplonas, demasiado superficiales e ingenuas incluso a los ojos
de un niño (a no ser que el target al que va dirigida sea ridículamente
pequeño), como demuestra la insulsa y breve batalla final.
Tampoco
ayuda demasiado la ambientación, muy cuidada y detallada en su arranque, pero
desconcertante a la hora de datarla. Puede que el problema sea mío, pero estaba
convencido de que iba a ver una historia ambientada en un Londres clásico, casi
propio de Dickens, con sus huérfanos y calles vacías al anochecer, y me quedé a
cuadros cuando vi soldados de la reina con ametralladoras y helicópteros del
ejército. Tampoco el humor, algo chusco en ocasiones (ejemplo: el momento
pedos) termina de ir conmigo, habiendo preferido un tono más oscuro y gamberro.
Creo que la historia requería más de un toque a lo Burton (pese a estar también
en horas bajas) que lo que ofrece aquí Spielberg, que en su trama central, la
correspondiente a los gigantes villanos, parece trabajar con el piloto
automático, como si él mismo tampoco estuviese demasiado motivado por lo que
está haciendo. De esta manera, no consigo simpatizar demasiado con la chiquilla
protagonista, algo cansina en algunos momentos, tampoco me cae especialmente
bien el amigo gigante (un personaje, por cierto, sin ningún tipo de desarrollo
psicológico ni emocional), ni se espera siquiera que nos impliquemos con el
resto de los personajes humanos (aparece por ahí, entre otros, Rebecca Hall,
que no debía tener nada mejor que hacer ese día o que debió pensar que el
nombre de Spielberg quedaría bien, incluso hoy en día, en su currículo).
Mi amigo el gigante no es un bodrio de esos que parecen interminables y
que aburren hasta a las ovejas, pero tampoco me apetecería nada enfrentarme a
un segundo visionado. Es una película muy justita que entretiene lo justo y que
se puede disfrutar más por los momentos de inspiración visual (que tampoco son
todos: la tierra de los gigantes tampoco es que esté muy currada) que
por la historia en sí. No será el peor Spielberg, pero está lejos de ser el
mejor. Y la decisión de apostar más por el público infantil, que ahora mismo
está a otras cosas, que por el adulto le puede castigar en taquilla.
Podría llegar a recomendarla por el simple hecho de que
es un Spielberg y eso siempre merece una oportunidad, pero sólo si no tienen
nada mejor que hacer. Y viendo cómo está la cartelera en estos momentos, pues
la verdad, menos es nada…
Valoración: Cinco sobre diez.
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