Cuentan
que tras el gran éxito de crítica y taquilla de Seven en 1995 los productores se pusieron de inmediato manos a la
obra para trabajar en una secuela. El resultado parece ser que es el guion de
esta Premonición, en la que el
personaje encarnado por Morgan Freeman resultaba tener poderes mentales que lo
ayudaban a resolver el siguiente caso. Afortunadamente algo de control creativo
quedó sobre David Fincher que se horrorizó con la idea y logró frenar el
proyecto.
Ahora,
más de dos décadas después, la película se ha hecho realidad, aunque totalmente
desvinculada de los míticos personajes a los que dieron vida Freeman y Brad
Pitt.
Anthony
Hopkins interpreta a John Clancy, un vidente que vive aislado del mundo acosado
por los fantasmas de su pasado (la muerte de su hija y el abandono de su mujer)
al que la policía debe recurrir de nuevo para tratar de detener a un asesino en
serie que los tiene totalmente desconcertados.
El
esquema básico de pareja de investigadores que la propia Seven promovía se convierta ahora en trío cuando el agente Joe
Merriwether, amigo desde hace años de Clancy, le obliga a colaborar con la
joven y escéptica Katherine Cowles
(Abbie Cornish), creando un ambiente de animadversión mutua inicial que
derivará, como era previsible, en una relación paterno filial.
Puede
que en los arranques del film los esfuerzos del inexperto director Afonso
Poyart por realizar un ejercicio visual efectivo inviten a injustas
comparaciones con un David Fincher a todas luces inalcanzable, pero a medida
que la narración te va atrapando y logras olvidarte completamente de Seven la película se revela como un
interesante thriller, quizá con un esquema algo noventero (algo así sucedía con
la reciente El secreto de una obsesión).
Así, Poyart se esfuerza por dotar de dinamismo visual a una historia
interesante de la cual quizá el tráiler nos había revelado demasiado pero que
más allá del clásico conflicto entre buenos y malos propone una reflexión sobre
quienes son en realidad los buenos y los malos. ¿Es el odio, como suele ser
habitual en estos casos, lo que impulsa al villano de la función al que pone
rostro Colin Farrell, o es más bien el amor? ¿Acaso no haríamos lo mismo que él
nosotros mismos de encontrarnos en su situación y con sus poderes? Este es el
trasfondo de Premonición, y lo que la
diferencia de un capítulo más de las muchas series de televisión que abordan
personajes similares.
No
esperaba salir del cine con un tema de debate en la cabeza, y aunque tampoco es
que estemos hablando de una profundidad reflexiva como para lanzar cohetes, en
los tiempos que corren que un film te invite a reflexionar sobre algo (y de una
u otra manera llevo ya tres seguidos) no es moco de pavo.
Como
thriller policíaco, Premonición es
una película interesante, bien filmada y con buenos actores, aunque sin
demasiadas armas como para desmarcarse de la media del género. Es este punto de
dualidad en su supuesta maldad lo que le da un pequeño aliciente. No es lo
bastante como para que sea una gran película, pero al menos si consigue que las
dos horas invertidas en su visionado valgan la pena.
Valoración:
Seis sobre diez.
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