Resulta
difícil entrar a valorar una película basada en la historia de un personaje
real cuando el personaje le importa a uno más bien poco. Y más si tenemos en
cuenta que hace apenas un par de años ya se estrenó una película basada en el
mismo personaje y con un estilo relativamente similar (al menos en cuanto a lo
de incluir datos de ficción para adornar la película y usar el truco de
arrancar en la presentación de un producto de la compañía).

Encuentro
muy loable huir del clásico biopic que detalla paso a paso las andanzas de un
personaje y limitar los escenarios de la película a tres presentaciones en tres
momentos muy diferentes de la vida del empresario, pero sin con Steve Jobs uno
no terminaba de entender qué era lo que había hecho grande a este hombre, en
Jobs se entiende aún menos. Casi parece como si en lugar de ser un
distanciamiento al biopic que dirigió Joshua Michael Stern fuese una secuela,
siendo necesario haber visto la primera película para saber un poco de que va
el trabajo de Steve Jobs en esta segunda.
O
puede que el problema radique en que pese a coincidir ambas en el difícil (casi
despreciable) carácter del gran ideólogo de Apple, se quieran acercar a su
figura con una sumisión que hace que la película solo sea disfrutable para
aquellos seguidores acérrimos de la empresa de la manzanita, como si se diese
por hecho que todo el mundo conoce ya al Steve Jobs empresario y solo se
quisiera ahondar en el Steve Jobs persona.

Sin
tener ni idea de lo cerca que esta película esté o no de la realidad de Jobs, y
no pretendiendo en ningún momento elaborar una tesis sobre Apple, la película
de Boyle consigue mantener el interés del público durante todo el metraje,
terminando por convertirse sobre todo en un estudio sobre las relaciones
personales. Al final, lo que importa aquí no son los avances informáticos ni los
éxitos empresariales, sino ver como se resuelven (o no) los conflictos entre
Jobs y sus antiguos colaboradores, entre Jobs y su mano derecha y, sobre todo,
entre Jobs y su hija.
La
austeridad mencionada al principio, que obliga a que la gran mayoría de la
película transcurra en interiores (dotándola de un sentimiento de claustrofobia
hasta llegar a la escena final, lo cual me hizo pensar también en el Birdman de González Iñárritu) no es
excusa, sin embargo, para una cierta apatía que he notado en el trabajo del
director, que no logra imprimir en ningún momento ninguna impronta personal,
como si se tratase más de un trabajo de encargo.
Con
todo, si alguien tan alejado de las virtudes de Apple ha sentido interés por la
historia humana que esconde la película, algo han debido de hacer bien. O eso
creo.Puntuación: 7 sobre 10.
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