Pues ahora que ya sabéis un poquito mejor como están las cosas (con la editorial en silencio administrativo, Mithos en barbecho) es momento de mirar hacia delante y comentaros un poco en qué estoy trabajando de verdad.
Ya
sabéis que además de escribir novelas, mi otra gran pasión son los guiones, ya
sea cinematográficos o televisivos. ¿Cuál es el problema? Pues sencillamente
que mientras que hay editoriales que aceptan manuscritos o, a malas, está la
opción de la auto publicación, en el caso de los guiones las puertas están
mucho más cerradas. La mayoría de productoras no aceptan proyectos que no hayan
encargado ellas mismas y muchas, por no decir todas, sólo trabajan con
guionistas de la casa, con lo que aspirar a presentar un proyecto es casi una
quimera, sobretodo si hablamos de series de ficción. En el caso del cine, si
uno quiere dirigir su propia película y se trata de una historia pequeña (es
decir, barata) tiene la posibilidad de producirse se propio film, aunque eso
signifique que posiblemente no lo llegue a ver casi nadie (aparte del gran
desembolso que supone). Pero si lo que uno pretende, como es mi caso, es
sencillamente escribir una historia y dejarla en manos de otros para que la
desarrollen, nos volvemos a topar con el mismo muro.
Todo
esto que cuento es para que entendáis que tengo varios cajones repletos de
ideas (tanto simples esbozos como biblias completas) destinadas al medio
audiovisual que, me temo, nunca verán la luz.
O
si…
Y es
que de entre todos, algunos me tienen más atrapado que otros y me invitan a
pensar que bien merecen vivir una segunda oportunidad, aunque sea en forma de
novela.
Soy
consciente de que el lenguaje cinematográfico y el literario son diferentes
(algo que no todos los escritores entienden y por eso grandes nombres de las
letras han fracasado a la hora de encargarse ellos mismos de adaptar su obra al
cine), pero creo que se me da bien moverme entre la fina línea que separa ambos
lenguajes.
Siempre
he tratado que mis historias reflejen en mayor o menor medida mis grandes
pasiones. Mundo Muerto tenía un
componente friki en el que destacaban, entre muchas otras cosas, los cómics; Sanguijuelas tenía un trasfondo
literario con referencias directas a Stephen Kong y Anne Rice y El hombre de trapo mataba por amor
contenía mucho cine. El guion del que os hablo incorporaba una banda sonora
imprescindible, fiel reflejo del estilo ochentero en el que he quedado anclado,
y ello me suponía un gran dilema, ya que ¿como hacer una novela con banda
sonora? Este era el desafío y el resultado está siendo lo que consideró caí
como un experimento.
La
cosa se complica más si cabe cuando me alejo de los temas más oscuros y
truculentos por los que me muevo habitualmente. Mucha gente me preguntaba en
las presentaciones si alguna vez iba a escribir una novela romántica (aunque a
mi parecer, tanto Mundo Muerto como El hombre de trapo… son grandes
declaraciones de amor). Bueno, pues ha llegado el momento.
De
manera que ya os he adelantado algo de la que va a ser mi próxima obra: una
especie de experimento de género romántico con mucha presencia musical. Y,
además, ambientada en la Barcelona post olímpica.
Espero
que el invento salga bien y lo disfrutéis tanto como yo lo estoy haciendo al
escribirlo, pero como mínimo no me podréis acusar de volver a escribir otro de
mis cuentos macabros y de terror.
Aunque
ya os aviso que en ocasiones el amor puede dar más miedo que cualquier ser de
ficción…
¿Os
apetece?