sábado, 28 de diciembre de 2013

EL MÉDICO (8d10)

Cuando se anunció que comenzaba a rodarse una adaptación de la exitosa novela de Noah Gordon, El médico, que ha vendido más de veinte millones de copias en todo el mundo, cabría suponer que los fans se pondrían como locos, criticando las elecciones de casting o alabando los supuestos aciertos.
Sin embargo, no sé si por tratarse de una película alemana y no americana (aunque filmada en inglés y con aire de superproducción), el film se ha estrenado con más pena que gloria, con una publicidad paupérrima y en menos salas de lo esperado, por más que la fecha elegida sea propicia para una película de carácter histórico como la que nos ocupa.
Dejando de lado la odiosa comparativa con la novela, El médico es una magnífica recreación de la sociedad de la Edad Media (Londres en su inicio, Persia el resto del film) con la excusa de un joven huérfano que comienza trabajando como ayudante de un barbero (mezcla de charlatán y matasanos) que decide emprender un viaje por medio mundo para conocer a Ibn Sina, quien se supone es el mejor médico del mundo, con la esperanza de poder aprender de él algo de medicina “de verdad”.
Con unos toques fantásticos que a mi entender deslucen la obra (¿de verdad lo considerabas necesario, Gordon?), El médico no solo es la historia de la madurez (mental y espiritual) de este joven capaz de cambiar incluso de Fe por conseguir su objetivo, y de sus aventuras y enamoramientos por el camino. Es, además, una reflexión sobre la codicia política (eso de que el poder corrompe viene de lejos) y los peligros de la religión mal entendida.
Dirigida con brío por Philipp Stölzl, prácticamente un desconocido hasta la fecha, todo el peso de la película (150 minutos que no se hacen para nada largos) cae sobre las espaldas del joven Tom Payne, que acepta la responsabilidad y cumple con creces, sabiendo pasar de la ternura al odio en una fracción de segundo sin caer en la caricatura ni perdiendo credibilidad. Junto a él, dos veteranos lucen con luz propia, Stellan Skarsgård, magnífico, y Ben Kingsley, que por fin puede volver a demostrar lo gran actor que es después de su polémica interpretación de el mandarín en Iron man 3 y su plano paso por Los juegos de Ender.
Stölzl compone una película épica, de hermosa fotografía y grandes confrontaciones, que bien podrían recordar a las grandes producciones que Estados Unidos parece haber olvidado como hacer, destilando grandiosidad sin necesidad de caer en digitalizaciones exageradas que acaban por sacar al espectador de la historia.

Interesante, emocionante, divertida y dramática a partes iguales, bien interpretada y mejor dirigida, con una subtrama romántica que en ningún momento obstaculiza a la narración, no encuentro ningún pero con que señalar a esta historia que, además, invita a reflexionar sobre la intransigencia religiosa y a disfrutar de los (escasos) momentos de paz y cordialidad entre judíos, musulmanes y un cristiano infiltrado.

1 comentario:

  1. La iré a ver con más ganas aún si cabe después de leer esta buena crítica! ;)

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