Dead man down es una película triste, intencionadamente triste.
Sus personajes son muñecos rotos, gente destrozada por su pasado y que
encontrarse solo les va a servir, en lugar de para consolarse, para avanzar un
paso más en el camino de su propia autodestrucción. Y para ello la mejor baza
con la que cuenta el film es su pareja protagonista, formada por dos actores tristes que pueden
resultar odiosos en cualquier otra producción pero que aquí se adaptan al
paisaje a la perfección, transmitiendo
al espectador la apatía por la vida a la que su desesperación ha arrastrado.
Colin Farrew, ese insípido actor que pone la misma expresión a un policía de antivicio de Miami que a un escritor sin ideas o a un villano de superhéroe, y Rooney Rapace, sin duda lo peor de Sherlock Holmes 2 y un lastre constante a la belleza visual de Prometheus, cumplen aquí con creces haciendo creíble esa ambigua relación entre Victor y Beatrice, un matón de tres al cuarto y una vecina que lo chantajea tras haberle visto cometiendo un asesinato. Una relación nacida por interés pero que al desnudar los secretos de sus respectivos pasados (él perdió a su familia asesinada, ella tiene traumáticas cicatrices en el rostro gracias a un conductor borracho) el telón del egoísmo cae para descubrir que se necesitan el uno al otro si es que pueden aspirar a recuperar algo parecido a una vida.
Colin Farrew, ese insípido actor que pone la misma expresión a un policía de antivicio de Miami que a un escritor sin ideas o a un villano de superhéroe, y Rooney Rapace, sin duda lo peor de Sherlock Holmes 2 y un lastre constante a la belleza visual de Prometheus, cumplen aquí con creces haciendo creíble esa ambigua relación entre Victor y Beatrice, un matón de tres al cuarto y una vecina que lo chantajea tras haberle visto cometiendo un asesinato. Una relación nacida por interés pero que al desnudar los secretos de sus respectivos pasados (él perdió a su familia asesinada, ella tiene traumáticas cicatrices en el rostro gracias a un conductor borracho) el telón del egoísmo cae para descubrir que se necesitan el uno al otro si es que pueden aspirar a recuperar algo parecido a una vida.
La película tiene un ritmo
lento, casi anodino al principio, que nos permite sin embargo poder conocer
mejor a este par de perdedores que el destino -y unas terrazas enfrentadas- ha
unido, mientras que la velocidad
impulsiva corre a cargo de Alphonse y Darcy, jefe y compañero (a la par que lo
más parecido a un amigo) de Victor, unos muy correctos Terence Howard y Dominic
Cooper.
¿Dónde es, entonces, donde
cojea la historia? En su final. Sin querer adentrarme demasiado en spoilers, al
director Niels Arden Oplev (descubridor de Rapace en la primera Millenium) pierde el control del film al
aproximarse al clímax final y convertir al personaje de Farrew en una suerte de
John McClane con aires tarantinescos en un tiroteo frenético que echa por la
borda el agradable regusto agridulce que hasta ahora tenía la película. Pese a ello, Dead man down cumple con creces y nos recuerda que si dos seres
abandonados como estos pueden salir de sus cloacas, ¿qué no podemos hacer
nosotros, la gente corriente? Triste historia, sí, pero finalmente esperanzadora.
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