Nos encontramos ante una
de esas películas francamente fáciles de comentar, ya que de antemano se puede
intuir lo que va a ofrecer y en ese sentido no engaña lo más mínimo. Enmarcada
dentro de un estilo específico de comedia romántica siguiendo la estela de ,
por ejemplo, Los padres de ella, se
compone de una historia de enredos y malentendidos sin traumas demasiado
fuertes (la comedia siempre prevalece, a diferencia de las comedias románticas
de los noventa representadas por Meg Ryan o Sandra Bullock donde en ocasiones
la melancolía terminaba por empapar las películas de tristeza, aunque solo sea
porque ese tipo de films siempre ha tenido una segunda vida en la venta de sus
bandas sonoras y las canciones tristes venden más que las alegres; otra cosa es diferenciar si es comedia buena
o no), con un ambiente generalmente ostentoso (enormes casas familiares con
hermosos paisajes alrededor, si es con
posibilidad de lago, mejor) y un buen reparto (en este caso, extraordinario),
capaz de aunar nombres con talento, jóvenes
guapos y algún punto intermedio que esté próximo al público objetivo, es
decir, mujeres de mediana edad en
adelante. Una última posibilidad es la incursión de un personaje ligeramente
externo a la trama como punto cómico (al estilo del cura que interpreta Rowan
Atkinson en Cuatro bodas y un funeral).
La historia es
enredosamente simple: Don es un hombre divorciado con dos hijos naturales y uno
adoptado que vive actualmente con su pareja actual, la exmejor amiga de su
exmujer. Todos se reúnen para la boda del hijo adoptado, a la que también asistirá
la madre biológica del mismo y su hija. El problema es que estas son
profundamente católicas y contrarias al divorcio, por lo que el joven, temiendo
decepcionarlas, pide a sus padres adoptivos que finjan que siguen casados, con
los equívocos, complicaciones y alborotos que ello conlleva (dato curioso: la
madre biológica es colombiana y no sabe ni papa de inglés; en la versión española, para mantener los chistes derivados de los
problemas de idioma, la han convertido en brasileña y todos tan contentos).
Como ya he dicho, el punto
fuerte de la película es el reparto, siguiendo el esquema antes mencionado.
Así, tenemos a tres actores de sobrada
calidad como son Robert DeNiro como el patriarca de la familia, Diane Keaton
como se exmujer y Susan Sarandon como su pareja actual. Para la pareja
enamorada tenemos a Ben Barnes (El
retrato de Dorian Grey, Las Crónicas de Narnia: El príncipe Caspian)) y
Amanda Seyfild (Mamma mia, Los Miserables)
y los dos hermanos restantes son Tobey Grape (Spiderman 3) y Katherine Heigh (Anatomia
de Grey y varias comedietas insulsas a cual peor). Y el secundario cómico
lo compone el últimamente olvidado Robin Williams. Un reparto de lujo que conforman
la mejor (y casi única) excusa para acercarse a una película de buenas intenciones
y sonrisa fácil, pero que no llega a conseguir una carcajada abierta en ningún
momento y a la que se le echa de menos un poco más de mala baba y diálogos más
brillantes. Todo lo que sucede termina siendo completamente previsible, con un final obligatoriamente feliz, perdonándose
todos a todos y más contentos que unas monas. Pero teniendo en cuenta que eso
es justamente lo que se espera de una película así, pues sería tonto sentirnos
engañados o decepcionados.
Aceptemos esta lujosa
invitación de boda, pasémoslo distraídamente bien un par de horas y olvidémosla
al volver al mundo real. No hay que pedirle más.
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