Resulta curioso como en
Hollywood, en ocasiones, coinciden en el tiempo dos proyectos de características
similares, aparentemente de forma casual. Hace unos años tuvimos, por ejemplo,
dos películas sobre meteoritos que caían a la Tierra, dos adaptaciones de Robin
Hood, dos versiones del duelo en OK Corral y, este pasado año, sin ir más lejos, tres Linconls (aunque la
del cazador de vampiros bastante menos ortodoxa) y dos Blancanieves (sin contar
la de Pablo Berges, que también es harina de otro costal). Pues buen, de nuevo
nos encontramos con dos obras de idéntica temática que se estrenarán con apenas
un par de meses de diferencia: Asalto al
poder, de Ronald Emmerich, y la que nos ocupa, dos puntos de vista sobre un
supuesto ataque terrorista en el edificio más protegido y emblemático del
mundo.
Dicen sus responsables que
para escribir el guion realizaron exhaustivas investigaciones que confirman que
todo lo que se ve en pantalla podría producirse en la realidad y tan seguros
están de ello que la escena del asalto está filmada en tiempo real. No sé hasta
qué punto será eso cierto, pero quien acuda a ver esta película con esperanza
de ver algo con tintes documentales o algún elemento de crítica al poder
gubernamental, que se vaya olvidando. Objetivo: la Casa Blanca es una película
de palomitas, con mucha acción, mecha espectacularidad
y cero reflexión. No hay tiempo para las metáforas sociales, ni falta que le hace. Objetivo: la Casa Blanca es una peli de tiros, violencia y
explosiones, y como tal no puede ser más
sincera.
La película está dirigida
por Antonie Fuqua, responsable entre otras de Training day, El rey Arturo
o Los amos del Brooklyn, y cuenta la
historia de Mike Banning (Gerard Butler), jefe de seguridad del Presidente
(Aaron Eacklear) a la par que amigo,
hombre de confianza de su mujer y todo un ejemplo a seguir por el hijo
adolescente de estos. Pero todo cambia cuando durante un accidente de coche no puede
evitar la muerte de la primera dama. Reubicado desde entonces en un despacho
será testigo en primera persona del asalto de los terroristas y no dudará en volver
a la acción, mientras el presidente del parlamento (Morgan Freeman) se hace
cargo de tomar el mando del país en tan crítica situación.
Dirigida con corrección y
un buen control del ritmo, lo que más se puede echar en falta en la película es
un protagonista con más carisma. Butlet nos tiene acostumbrados a alternar
comedias románticas con papeles de duro (300,
Un ciudadano ejemplar,...) y hay que reconocer que se esfuerza por hacer creíble
su personaje, pero algo falla a la hora de conectar con el público. No puedo
evitar imaginarme la misma película interpretada por Bruce Willis, por ejemplo,
llevando a su John McClaine a salvar al Presidente en la que podría haber sido
una secuela de Jungla de Cristal
mucho más apetecible que esa chorrada de Un
buen día para morir. Tanto es así que Freeman, sin apenas levantarse de un sillón
en todo el metraje, hace suya la peli.
Pese a ello, entretenida cinta de evasión que atrapa durante sus 120 minutos de duración sin aburrir en ningún momento y que supone una buena descarga de adrenalina al más puro estilo americano.
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