domingo, 17 de marzo de 2019

70 BINLADENS

El cine español de los últimos años (ampliemos ese término a las dos últimas décadas, por ejemplo) ha mostrado una evolución saludable que le ha permitido romper tópicos y congraciarse con el gran público gracias, sobre todo, a tres géneros que ya podríamos considerar como patrios: la comedia autóctona (y Ocho apellidos vascos sería su máximo referente), el thriller (con el descubrimiento de grandes autores como Sorogoyen, Rodríguez o De la Torre) y el terror (que ha internacionalizado nuestro con esa muestra de talentosos artistas que se reunió en los pasados Goyas alrededor del homenajeado Ibáñez Serrador).
Sin embargo, del éxito al fracaso hay un paso muy pequeño, y todo ese resurgir de nuestro cine ha derivado en una encadenación de producciones de estudio a base de guiones prefabricados y actuaciones mecánicas que buscaban más la complicidad fácil con el espectador a base de dar siempre más de lo mismo, aspirando a una buena taquilla antes que a una buena película, que han propiciado un leve declive en una filmografía que parece huir del riesgo y conformarse con acomodarse a las fórmulas que (se supone) garantizan el éxito.
70 binladens es una de esas producciones que rompen dichos esquemas y que, a golpes de calidad, se rebela en contra de la industria para ofrecer algo diferente, acercándose sin complejos más al cine policíaco americano de los años noventa (y la magnífica banda sonora de Fernando Velasco es buena muestra de ello) que a lo que nos acostumbran las recientes producciones abaladas por las televisiones de turno.
Ya con Gernika, el director Koldo Serra (que ya había dirigido algunos de los episodios más interesantes de El ministerio del tiempo y que actualmente trabaja en la tercera temporada de La casa de papel) había demostrado ser un director interesante, pero con 70 binladens se consolida definitivamente, logrando un estupendo thriller en el que los tres pilares fundamentales para que una película funcione se magnifican, retroalimentándose a la perfección entre ellos. Me estoy refiriendo a la realización, el guion y la interpretación.
Por un lado, la historia tramada por Javier Echániz, Juan Antonio Gil Bengoa y Asier Guerricaechebarría es casi perfecta. Amparándose en los tics propios del cine de atracos, con Lumet como máximo referente, pero rechazando (después de acercarse a ellos) los tópicos para recurrir a unos giros de guion sorprendentes y que mantienen en todo momento en vilo al espectador. Unos giros inteligentes, que sorprenden sin necesidad de resultar inverosímiles ni caer en el deux ex machina de turno.
Por otro lado, Serra se luce con el uso de diversos planos secuencia, un recurso que aunque ya empieza a resultar algo manido en nuestro cine después de que Cuarón y Iñárritu los pusieran de moda siempre es efectivo (si está bien hecho y no se ve el truco, claro está), amén se saber manejar perfectamente los tiempos, creando una atmósfera de tensión y violencia contenida que traspasa la pantalla y logrando sacar lo mejor de las localizaciones (qué presencia tiene esa plaza en la que se encuentra la sucursal bancaria que sirve de base para toda la película) exprimiendo al máximo a sus actores.
Y ahí está la tercera gran baza del film. Todos los actores, con un nutrido reparto de secundarios, están estupendos, pero las dos protagonistas femeninas, inmensas Emma Suárez y Nathalie Poza, se comen la pantalla, logrando centrar en ellas todos los focos y convirtiéndose en las dueñas absolutas de la función.
En fin, que estamos ante una gran película, una historia sobre un atraco que sobre el papel podría parecernos mil veces vista pero que sabe romper con los estigmas para tener una personalidad propia, resultando inteligente y desconcertante, engañando sin resultar tramposa e invitando a reversionarla para descubrir sus secretos ocultos.

Valoración: Ocho sobre diez.

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