Confieso
haberme acercado a esta película con algo de temor, alertado como estaba por
las nefastas críticas que estaba recibiendo por doquier. Pero lo cierto es que
si la tomamos como lo que es, una producción europea destinada a un público infantil,
la cosa no está tan mal.
Quizá
la pregunta es: ¿Hacía falta?
Todos
conocemos de memoria la historia del heredero de los Greystoke que queda
huérfano y abandonado siendo sólo un niño en medio de la selva africana para
ser criado por unos simios que lo aceptan como uno de los suyos. Ya adulto,
Tarzán se convertirá en el rey de la selva y velará por la protección y
seguridad de los suyos. Una trama que hemos visto mil veces sobre todo con el
rostro de Jonnhy Weissmuller pero también con el de Cristopher Lambert o la
animación de Disney.
Quizá
sabedor de ello, el director Reinhard Klooss maquilla esta producción germana
con tintes de ciencia ficción, centrando el argumento en la búsqueda del
legendario meteorito que se supone que exterminó a los dinosaurios y al que se
le atribuyen grandes propiedades energéticas.
Pese
a ello, y aun aceptando los notables cambios respecto a la historia original de
Edgar Rice Burroughs, este nuevo Tarzán
divaga entre el tono más infantiloide con omnipresente voz en off que incide en
la sensación de cuento y un pretendido toque adulto en la recreación de
personajes e incluso algún que otro diálogo. Con todo, y pese a las evidentes
carencias visuales (sobre todo en lo que respecta a la recreación de personajes
humanos), el Tarzán de Klooss no
renuncia a los homenajes a los clásicos (era inevitable la conversación: “Yo
Tarzán; tú, Jane) siendo a la vez muy hijo de su tiempo. Por momentos, la
construcción de la historia de Tarzán recuerda a una película de superhéroes,
desde la presentación trágica del héroe (ahí está la carga dramática del Tarzán
ya adulto en el helicóptero en el que murieron sus padres), el primer rescate
de la dama en apuros o incluso la fanfarria musical a cargo de David Newman que
acompaña a la aventura. Incluso los movimientos del joven salvaje saltando
entre lianas parece clavado al Spiderman
cinematográfico.
Tarzán no es una gran película, ni se parece a la superproducción animada a
la que pretende aspirar, pero entretiene y divierte lo justo como para
justificar el visionado, aportando los valores apropiados referentes a la
importancia de la familia y el triunfo del bien sobre el mal, y luciéndose en
el apartado gráfico en cuanto a lo que en paisajes se refiere.
El
error, desde luego, sería compararla con la versión de Disney. Es otro presupuesto
y, por lo tanto, juega en otra liga.
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