Seamos
sinceros. Si entramos en el cine para ver una película basada en un comic en el
que convierten a la criatura creada por Victor Frankenstein en un héroe de
acción y el mejor reclamo que tiene es que está creada por los productores de Underworld ya sabemos que no estaremos
ante una obra maestra.
Me
confieso fan de la saga Underworld,
incluso la flojita conclusión (por ahora) de la misma me entretuvo, pero eso no
significa que esté dispuesto a tragarme de buen agrado todo lo que unos guionistas
muy poco inspirados (me pregunto si habrán cobrado por este trabajo) y un
director totalmente incompetente me
quieran endosar.
Lo
más curioso del caso es que en un primer momento parecen querer ser fieles a la
obra de Mary Shelley, comenzando la película tal y como termina el libro
(incluso hay un traveling aéreo del monstruo caminando por la nieve que parece
un claro homenaje al Frankenstein de
Kenneth Branagh), como si de una continuación fiel al argumento de la escritora
británica se tratase. Bastan cinco minutos más de película para descubrir que
no.
La
película (aunque me parece ofensivo llamarla así) versa sobre una lucha milenaria
entre una especie de ángeles encarnados (o empedrados, mejor dicho) en gárgolas
contra unos demonios. La eterna lucha entre el bien y el mal llevado a su
máximo grado de simpleza. Una guerra en la que el monstruo, que lleva 200 años
oculto al mundo, jugará un papel determinante. Algún giro de guion, varias
traiciones y una presencia femenina con la que por lo menos evitan cualquier
intento de subtrama romántica que ahondaría aún más en el ridículo es que eso
es todo lo que ofrece Yo, Frankenstein.
El resto es una hora y media de peleas absurdas y espantosamente mal
coreografiadas, con unos villanos embutidos en máscaras de látex que posiblemente
estén provocando que el gran Ray Harryhausen se deba estar retorciendo en su
tumba y que hace que, en comparación, la serie de Buffy Cazavampiros parezca una maravilla visual, y un exceso de la
digitalización chapucera y casposa.
Tal
es el despropósito de la película que maya usted a saber a través de que
retorcidos engaños han conseguido reunir un interesante elenco de actores que
ofrecen sin duda la peor interpretación en sus carreras. Aaron Eckhart está de
pena, limitándose a mantener el ceño fruncido todo el metraje y sin demostrar
un ápice de carisma, como si su maquillaje de mercadillo bastase para dar
entidad al personaje. Miranda Otto es de vergüenza ajena e invita a eliminar
todas las escenas suyas de la trilogía de El
Señor de los Anillos como castigo. Jai Courtney no merece comentario alguno
si tenemos en cuenta que es el tipo que jodió (perdón por la vulgaridad) la saga
de Jungla de Cristal y el gran Bill Nighy
deambula por pantalla sin saber muy bien qué hacer, imagino que tratando de
devolver algún favor al productor o algo así, porque si no, no se entiende qué
hace en esta producción. El propio actor explicó hace poco en una entrevista
que mientras rodaban no tenía ni idea de qué iba la película ni que pintaba él
en medio de ese fregado.
Sólo la presencia de Yvonne Strahovski justifica mínimamente el visionado, quizá porque tengamos demasiado reciente en el recuerdo su participación en las dos últimas temporadas de Dexter y eso nos ayude a perdonarle tan grotesco insulto al mundo del cine.
Hay
ocasiones en que nos encontramos con películas burdas que no pretenden más que
hacer un poco de cachondeo, aun con el peligro de no ser conscientes de ello.
Me viene a la mente el Abraham Lincoln,
Cazavampiros de Timur Bekmambetov, que podría haber sido una buena película
de acción (y mucho más interesante que el tostón que Spielberg hizo sobre el
presidente más o menos por la misma época) si no cometiera el error de tomarse
demasiado en serio a sí misma. Pese a todo, aquella tenía momentos divertidos y
una acción muy bien filmada.
Nada
de eso se encuentra en este Yo,
Frankenstein que es soberanamente aburrido (y mira que tiene mérito
aburrirse con una peli de gárgolas y demonios dándose de leches) y no apuesta
en ningún momento por la diversión.
No
voy a mencionar las muchas incongruencias del guion, pues ya cuento con que
este tipo de cine no busca hacer encajes de bolillos perfectos, pero sí exijo
que una película de estas características por lo menos entretenga. Y esta no lo
hace en ningún momento.
Que
estando en junio piense que ya he visto la peor película comercial del año por
lo menos me da buenas esperanzas de cara a lo que queda por llegar.
Desastrosa,
infumable y ridícula, no puedo más que rogaros a todos que huyáis de ella. Yo
hasta me sentí insultado.
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