martes, 24 de junio de 2014

YO, FRANKENSTEIN (3d10)

Seamos sinceros. Si entramos en el cine para ver una película basada en un comic en el que convierten a la criatura creada por Victor Frankenstein en un héroe de acción y el mejor reclamo que tiene es que está creada por los productores de Underworld ya sabemos que no estaremos ante una obra maestra.
Eso sí, entre eso y la solemne estupidez que es este Yo, Frankenstein hay un abismo.
Me confieso fan de la saga Underworld, incluso la flojita conclusión (por ahora) de la misma me entretuvo, pero eso no significa que esté dispuesto a tragarme de buen agrado todo lo que unos guionistas muy poco inspirados (me pregunto si habrán cobrado por este trabajo) y un director totalmente incompetente  me quieran endosar.
Lo más curioso del caso es que en un primer momento parecen querer ser fieles a la obra de Mary Shelley, comenzando la película tal y como termina el libro (incluso hay un traveling aéreo del monstruo caminando por la nieve que parece un claro homenaje al Frankenstein de Kenneth Branagh), como si de una continuación fiel al argumento de la escritora británica se tratase. Bastan cinco minutos más de película para descubrir que no.
La película (aunque me parece ofensivo llamarla así) versa sobre una lucha milenaria entre una especie de ángeles encarnados (o empedrados, mejor dicho) en gárgolas contra unos demonios. La eterna lucha entre el bien y el mal llevado a su máximo grado de simpleza. Una guerra en la que el monstruo, que lleva 200 años oculto al mundo, jugará un papel determinante. Algún giro de guion, varias traiciones y una presencia femenina con la que por lo menos evitan cualquier intento de subtrama romántica que ahondaría aún más en el ridículo es que eso es todo lo que ofrece Yo, Frankenstein. El resto es una hora y media de peleas absurdas y espantosamente mal coreografiadas, con unos villanos embutidos en máscaras de látex que posiblemente estén provocando que el gran Ray Harryhausen se deba estar retorciendo en su tumba y que hace que, en comparación, la serie de Buffy Cazavampiros parezca una maravilla visual, y un exceso de la digitalización chapucera y casposa.
Tal es el despropósito de la película que maya usted a saber a través de que retorcidos engaños han conseguido reunir un interesante elenco de actores que ofrecen sin duda la peor interpretación en sus carreras. Aaron Eckhart está de pena, limitándose a mantener el ceño fruncido todo el metraje y sin demostrar un ápice de carisma, como si su maquillaje de mercadillo bastase para dar entidad al personaje. Miranda Otto es de vergüenza ajena e invita a eliminar todas las escenas suyas de la trilogía de El Señor de los Anillos como castigo. Jai Courtney no merece comentario alguno si tenemos en cuenta que es el tipo que jodió (perdón por la vulgaridad) la saga de Jungla de Cristal y el gran Bill Nighy deambula por pantalla sin saber muy bien qué hacer, imagino que tratando de devolver algún favor al productor o algo así, porque si no, no se entiende qué hace en esta producción. El propio actor explicó hace poco en una entrevista que mientras rodaban no tenía ni idea de qué iba la película ni que pintaba él en medio de ese fregado.

Sólo la presencia de Yvonne Strahovski justifica mínimamente el visionado, quizá porque tengamos demasiado reciente en el recuerdo su participación en las dos últimas temporadas de Dexter y eso nos ayude a perdonarle tan grotesco insulto al mundo del cine.
Hay ocasiones en que nos encontramos con películas burdas que no pretenden más que hacer un poco de cachondeo, aun con el peligro de no ser conscientes de ello. Me viene a la mente el Abraham Lincoln, Cazavampiros de Timur Bekmambetov, que podría haber sido una buena película de acción (y mucho más interesante que el tostón que Spielberg hizo sobre el presidente más o menos por la misma época) si no cometiera el error de tomarse demasiado en serio a sí misma. Pese a todo, aquella tenía momentos divertidos y una acción muy bien filmada.
Nada de eso se encuentra en este Yo, Frankenstein que es soberanamente aburrido (y mira que tiene mérito aburrirse con una peli de gárgolas y demonios dándose de leches) y no apuesta en ningún momento por la diversión.
No voy a mencionar las muchas incongruencias del guion, pues ya cuento con que este tipo de cine no busca hacer encajes de bolillos perfectos, pero sí exijo que una película de estas características por lo menos entretenga. Y esta no lo hace en ningún momento.
Que estando en junio piense que ya he visto la peor película comercial del año por lo menos me da buenas esperanzas de cara a lo que queda por llegar.
Desastrosa, infumable y ridícula, no puedo más que rogaros a todos que huyáis de ella. Yo hasta me sentí insultado.

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