martes, 24 de junio de 2014

LAS DOS CARAS DE ENERO (5d10)

Decepcionante sería el primer adjetivo que a uno se le viene a la mente tras ver esta película. No es un producto malo, pero acontece de alma, de espíritu, y eso provoca que a mitas del visionado ya nos hayamos aburrido de la trama y nos importe un churro lo que le suceda a los personajes.
Viendo la carátula todo son buenas sensaciones. Un interesante reparto, compuesto por el siempre eficiente Viggo Mortensen, la generalmente desaprovechada Kirsten Dunst y una de las revelaciones del año pasado gracias a los hermanos Coen, Oscar Isaac; una premisa argumental de nivel, basada en una novela de Patricia Highsmith y dirigida por el que fuera guionista de aquella pequeña joya que era Drive, Hossein Amini. Estaban por medio, además, los productores de El Topo, pero como personalmente aquella ya me pareció un tostón mejor no lo destaco mucho.
El caso es que, y tratando de evitar las comparaciones con El talento de Mr. Ripley, posiblemente la mejor adaptación hasta la fecha de la obra de Highsmith hasta la fecha, lo cierto es que la película arranca bien, con un matrimonio de vacaciones en Atenas y la intromisión de un atractivo guía turístico que amenazará con quebrar el idílico mundo perfecto de la pareja. Pero un asesinato involuntario revelará que el mundo perfecto de la pareja no lo es tanto y que los secretos del pasado siempre regresan para acosar a sus víctimas, y el guía turístico pasará a convertirse de seductor a cómplice. Así, la historia avanza ahora con el periplo de este improbable trío de amigos unidos por las circunstancias en un intento de abandonar el país y mantener ocultos sus secretos.
El problema es que lo que pretende ser un thriller de intriga no lo es. La película es aburrida y mantiene al espectador con la constante sensación de que debe pasar algo inesperado sin que esto nunca llegue a suceder. Los personajes son planos y no avanzan en ninguna dirección, especialmente el de Mortensen, y el conjunto final es plano y se va desinflando a medida que nos acercamos al final.
Cierto es que en Drive, el trabajo que consagró a Amini, también pasaban muy pocas cosas, pero el director Nicolas Winding Refn conseguía crear una atmósfera de desasosiego apoyado en la interpretación pasiva de Ryan Gosling que funcionaba muy bien. En este caso, el salto de guionista a director de Amini no ha funcionado correctamente y ni los diálogos ni las situaciones consiguen transmitir la intriga y emoción que pretenden, consiguiendo que la película sea tan anodina como mucho de los habitantes de las propias islas griegas. Ni siquiera es capaz Amini de transmitir la belleza de los paisajes que lo rodean, demasiado pendiente, quizá, en resaltar que estamos en una historia ambientada en los años 60 y abusando por ello de una tonalidad ocre que transmite simpleza y tediosidad.
No es una película detestable, ni mucho menos (casi me atrevería a decir que es la mejor que he visto este fin de semana), y por simple que sea Amini con la cámara no es suficiente como para opacar por completo a tres grandes actores que se esfuerzan, en ocasiones de manera estéril, por demostrarlo.
Lo peor de todo es que, una vez más, estamos ante un ejemplo de historia que prometía mucho y, quizá sólo con un poco de esfuerzo más, habría podido ser muy estimulante. Y ese es el gran fracaso de Amini.

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