lunes, 5 de diciembre de 2016

VAIANA, Disney vuelve a maravillar.

Tras unos años de relativa oscuridad Disney parecía haber resurgido de sus cenizas en lo que a cine de animación respecta. Frozen, Big Hero 6 y Zootrópolis fueron tres éxitos consecutivos que ponían el listón muy alto, con lo que las expectativas ante su nuevo producto resultaban muy atractivas, más si tenemos en cuenta que hablamos de retornar a un género mucho más clásico que el que proponían las dos últimas películas mencionadas.
Ese es el primer desafío de Vaiana (el polémico cambio de nombre respecto al Moana original se debe a un tema de derechos), que pretende recuperar el aroma de las películas de princesas Disney pero sin encastrarse en el pasado ni echar por tierra lo conseguido en la maravillosa Frozen. Allí, las princesas protagonistas tenían unos dramas personales muy por encima del típico malentendido con su Príncipe Azul, y aunque había algo de romance se apostaba por un amor diferente, el fraternal (en ese caso entre dos hermanas) por encima del carnal. En ese sentido Disney continua por el buen camino y renuncia a cualquier posibilidad de plantear una subtrama romántica para la Vaiana protagonista, a la vez que su condición de princesa (“hija del jefe”, se empeña en corregir constantemente la chiquilla) es más un motor de arranque para la acción que una condición como tal.
Apostando de nuevo por el musical (aunque en ese sentido sí está bastante por debajo de Frozen), Vaiana cuenta la historia de una isla de la Polinesia que ha olvidado su pasado como navegantes, aunque la hija del jefe siente una atracción irresistible por el mar que la hará embarcarse en una peligrosa aventura cuando los recursos naturales del paradisíaco lugar parecen agotarse drásticamente. Tomando pinceladas de la mitología polinésica, Vaiana deberá hacer equipo con el semidios Maui para devolver el corazón robado a la diosa de la Creación, la Isla Madre.
Vaiana es una gran película de aventuras con acertadísimos toques de humor y mucha ironía. Cierto es que una vez deslumbrados por la originalidad del planteamiento y de la vuelta de tuerca que se da a la mitología maorí, lo cierto es que la historia resultante termina siendo bastante plana, sin nada que destaque demasiado y con un trasfondo demasiado tópico: es una película de aprendizaje, donde se defienden los valores de la lealtad y la amistad y bla, bla, bla…
Sin embargo, por encima de ello, nos encontramos con una nueva maravilla visual, una completa delicia que supera todo lo visto hasta ahora consiguiendo poner los límites del perfeccionismo a alturas insospechadas. El entorno, los paisajes, el mar… todo es perfecto, hermoso e hipnótico, superando incluso lo conseguido por Pixar con El viaje de Arlo, pero es que además la expresividad de los personajes es impecable. Recuerdo en los tiempos de Toy Story cuando alucinaba con esos primeros pasos de la animación por ordenador donde se evitaba en la medida de lo posible la aparición de personajes de carne y hueso por la dificultad de insuflarles vida. Todo eso está totalmente superado y Vaiana (que por momentos me recuerda a una versión polinésica de la Daenerys Targaryen de Juego de Tronos) tiene una expresividad que amenaza con superar a la de muchos actores reales. Y eso que no he podido disfrutar de las voces originales de Auli'i Cravalho y Dwayne Johnson, que dicen que son impagables.
Ron Clements y Don Hall, los directores, viejos conocidos de la casa (suya es, sin ir más lejos, La Sirenita) se enfrentaban al difícil reto de estrenarse en la animación digital, por más que no han dejado de lado el trabajo tradicional (representado en los divertidos tatuajes de Maui) y lo han superado con creces. La combinación de drama y humor, de aventuras y canciones y de personajes estrambóticos con otros aterradores (el demonio final parece un personaje de película de terror) está medida a la perfección, y aunque el argumento carezca de la inteligencia y la profundidad de Zootróplis o Del revés (esta es una película más infantil) sin duda hará las delicias de todo tipo de espectador.

Valoración: ocho sobre diez.

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