Un mar de enredos es una de esas películas de las que un, a priori, no
debería esperar nada bueno, y prueba de ello es su escasa promoción antes de su
estreno. Es una comedia blanca y muy blandita, algo moralista y de corte familiar
que no propone nada nuevo al espectador. De hecho, es tan poco original, que se
trata de un remake de Un mar de líos
(ya ven que no se han molestado en variar mucho el título en español, aunque en
el original ambas se llamaban Overboard),
que dirigiera en 1987 Garry Marshall y que, aunque era muy aceptable, tampoco
es que fuese la panacea.
Un
mar de enredos copia casi textualmente los mejores chistes de aquella, con el
handycap de que la química entre los protagonistas, Anna Faris y Eugenio Derbez
nunca podrá compararse a la que tuvieran Godie Hawn y Kurt Russell, aunque aquí
se cambien los roles como nota de originalidad.
Sin
embargo, tan bajas eran las expectativas que, una vez conseguimos obviar que es
un remake e ignoramos el referente del 87, la película resulta, cuanto menos,
entretenida.
Los
que me leéis habitualmente ya sabéis que no soy muy seguidor del humor de
casquería que tan bien funciona en el Hollywood más adolescente, por lo que
siempre me congratulo de encontrarme con una comedia que apueste más por un
humor sano y limpio, sin necesidad de recurrir al chiste fácil y zafio q8e
pretenda provocar a base de mal gusto y poco más. Este es un pobre argumento
pero que, al menos en mi caso, basta para aceptar esta comedia veraniega sobre
un millonario déspota y vividor que tras un accidente marino pierde la memoria
y es convencido de que está casado con una madre viuda a la que maltrató en su “vida
anterior”.
Cierto
es que el principio es un poco insulso, aunque afortunadamente consigue ir de
menos a más, a medida que los actores se hacen con los personajes y consiguen
que nos encariñemos con ellos, y que es fácil adivinar por donde van a ir los
tiros en todo momento, pero la intriga nunca ha sido el fuerte de las comedias
románticas al uso, y esta sigue a pies juntillas todos los esquemas propios de
las mismas. Así, sin esperar sorpresas ni traumas argumentales, la película se
desarrolla a toda vela (nunca mejor dicho) por derroteros tan conocidos que es difícil
que nadie se pueda quejar de ser llevado a engaño.
Esto
es lo que es y no hay más donde rascar. Comedia detono ligero, para todos los
públicos, simpática y algo tontorrona, que se deja ver con una sonrisa y a la
que poco se le puede exigir.
Valoración:
cinco sobre diez.
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