Ya me he referido en diversas ocasiones al hecho de que los biopics reales sobre «grandes emprendedores» de Estados Unidos han terminado por ser casi un género en sí mismos. Estrellas del deporte, brokers de Wall Street o narcotraficantes, siempre suelen ser retratados como antihéroes simpaticones al más puro estilo de la picaresca española.
El rey de la polca es un nuevo ejemplo de ello. Con una base ridículamente cómica
(y lo siento para los que sean verdaderos fanáticos de la polca, pero la
realidad es que se trata de un género musical más empleado por Hollywood para
la burla que otra cosa) y con un Jack Black excelso, la película cuenta la
historia de Jan Lewan, un polaco nacido en 1941 que triunfó (es un decir) como
cantante y compositor en los Estados Unidos, más próspero por la venta de
acciones a un interés inverosímil de su negocio (una tienda de regalos y su
propia discográfica) que con la venta de discos y los bolos.
Apoyada
en la poderosa personalidad de Lewan y en el gran trabajo de Black, la película
consigue enternecer, obligando al público a conectar con un tipo que, en el
fondo, no deja de ser un estafador tan ingenuo que ni él mismo parece ser
consciente de lo que está haciendo. Típico embaucador de corazón de oro, la
película muestra algunas situaciones bastante inverosímiles que, si bien se
apoyan fielmente en la historia real del artista, necesitarían algo más de
tiempo para ser narradas mejor. En este aspecto, la directora Maya Forbes está
más interesada en alternar las risas y las lágrimas que en profundizar en la
propia secuencia de los hechos, haciendo que episodios como el de la visita al
Santo Papa queden algo confusos. Tampoco es que importe demasiado. Se trata de
lo que Jan Lewan hace, no de como lo hace.
Así
pues, divertida comedia con momentos absurdos que Black logra sacar adelante
con pericia y un buen puñado de canciones tan adictivas como irritantes y a la
que, si se le quieren poner peros, habría que buscarlos en la excesiva
benevolencia con la que se trata a Lewan.
Valoración: Siete sobre diez.
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