Aunque ya se ve la luz al final del túnel y estamos más cerca de la dichosa «nueva normalidad» que de los angustiantes días del confinamiento, los cines continúan cerrados o, en el caso de los pocos que han empezado a tantear el terreno, huérfanos de estrenos. Es por eso que hay que seguir revolviendo en el cajón sin fondo de las plataformas y ahí es donde encontré La sombra de la traición, una película que se supone que tuvo estreno comercial en España pero que me aspen si lo recuerdo.
Protagonizada
por un Richard Gere en horas bajas pero que sigue manteniendo su carisma, la
película es un cruce entre cine policíaco y de espionaje que sorprende al
revelar a las primeras de cambio su as en la manga. Acostumbrado a que este
tipo de films se basen básicamente en intentar que no adivinemos el agente
doble que todos sabemos que va a aparecer en cualquier momento, es un alivio
que la sorpresa que uno se huele desde el primer minuto no termine resultando
parte del clímax final, sin que ello no imposible que haya varios giros
argumentales más, alguno más forzado que otro.
El
principal mérito del film es que, pese a ser en apariencia un film más de
espías con ecos a la Guerra Fría, bebe del género policiaco lo suficiente como
para contener unas cuantas dosis de acción que la distingan de las películas de
largas conversaciones en despachos e intrigas tras una pantalla de ordenador.
La lástima es que, o bien por su presupuesto o por la inexperiencia del
director, el debutante Michael Brandt, hay momentos que se parecen más a un
telefilm que a una película pensada para ver en cine, pudiéndose confundir,
casi con un episodio aislado de algún procedimental. Eso sí, con un reparto de
lujo.
Al
menos no aburre. Y sea más o menos creíble la trama consigue mantener el
interés hasta el final.
Valoración: Seis sobre diez.
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