Dogman es la nueva película de Matteo Garrone como director, aunque también
ha participado activamente en el desarrollo de la historia. Tras llamar la atención con la cruda realidad
de su película Gomorra, de 2008, cada
nuevo proyecto suyo es esperado con interés, y Dogman no es la excepción de ello.
Protagonizada
por Marcello Fonte, Dogman cuenta la
historia de Marcello, el dueño de una peluquería canina en un barrio marginal
de las afueras de Roma. Marcello es una buena persona, sencilla y amistosa, un
ser querido por todos en el barrio, la imagen opuesta a Simoncino, el matón del
barrio, un descerebrado drogadicto con quien Marcello trapichea de vez en
cuando y que lo lleva por el camino de la amargura.
No
es nada sutil la metáfora entre la forma de domar de Marcello a los enormes
perros que no parecen muy gustosos de ser bañados con el intento de reconducir
a Simoncino por la buena senda, llegando incluso a perder su amistad con todo
el vecindario e incluso su propia libertad por él, en un erróneo sentido de
lealtad y puede que incluso amistad.
Con
la excusa de esta “extraña pareja”, Garrone compone un retrato de los barrios
más pobres de la ciudad, dibujando a un submundo atrapado por sus miserias y
sin posibilidades de huir de ellas. Sin embargo, no lo hace santificando a su
protagonista, al que convierte más bien en un ángel caído que, por más que
actue con buenas intenciones, toma las decisiones equivocadas casi siempre.
Quizá
por culpa del doblaje (aunque la voz original de Fonte ya es bastante peculiar
de por sí), por la interpretación del actor o por la construcción del
personaje, tengo graves problemas con el Marcello este. Es el retrato de un
perdedor, sí, pero también, a mi modo de ver, de un imbécil integral. No logra,
por más que se esfuerce Garrone en ello, despertar la más mínima simpatía en
mí, haciendo que me importe bien poco las desgracias que le sucedan y llegando
incluso a alegrarme por algunas de ellas. Es el bueno de la película, cierto,
un héroe con pies de barro, pero también es un tipejo despreciable que pone de
los nervios con su actitud y forma de actuar y que dificulta la identificación
dele espectador con él o algún otro elemento del film. Dogman es, a la postre, un cuento cruel y retorcido, demasiado
lento para esquivar con acierto un ligero deje de aburrimiento y que solo
levanta el vuelo en su parte final, con una violencia desmedida que, si bien
logra activar el interés del público, resulta algo extraño con respecto al
resto de la narrativa.
Así,
Garrose consigue volver a retratar una realidad poco visible de su país, pero
lo hacer con una historia tan amarga y unos personajes tan desagradables que no
consigue cautivarme en ningún momento.
No
niego las virtudes del film y el trabajo de su director, pero no es la película
que consigue conmoverme ni sacudir mi conciencia. Es cuestión de conseguir
entrar o no en ella, y en mi caso se trata de un no rotundo.
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