miércoles, 21 de noviembre de 2018

DOGMAN

Dogman es la nueva película de Matteo Garrone como director, aunque también ha participado activamente en el desarrollo de la historia.  Tras llamar la atención con la cruda realidad de su película Gomorra, de 2008, cada nuevo proyecto suyo es esperado con interés, y Dogman no es la excepción de ello.
Protagonizada por Marcello Fonte, Dogman cuenta la historia de Marcello, el dueño de una peluquería canina en un barrio marginal de las afueras de Roma. Marcello es una buena persona, sencilla y amistosa, un ser querido por todos en el barrio, la imagen opuesta a Simoncino, el matón del barrio, un descerebrado drogadicto con quien Marcello trapichea de vez en cuando y que lo lleva por el camino de la amargura.
No es nada sutil la metáfora entre la forma de domar de Marcello a los enormes perros que no parecen muy gustosos de ser bañados con el intento de reconducir a Simoncino por la buena senda, llegando incluso a perder su amistad con todo el vecindario e incluso su propia libertad por él, en un erróneo sentido de lealtad y puede que incluso amistad.
Con la excusa de esta “extraña pareja”, Garrone compone un retrato de los barrios más pobres de la ciudad, dibujando a un submundo atrapado por sus miserias y sin posibilidades de huir de ellas. Sin embargo, no lo hace santificando a su protagonista, al que convierte más bien en un ángel caído que, por más que actue con buenas intenciones, toma las decisiones equivocadas casi siempre.
Quizá por culpa del doblaje (aunque la voz original de Fonte ya es bastante peculiar de por sí), por la interpretación del actor o por la construcción del personaje, tengo graves problemas con el Marcello este. Es el retrato de un perdedor, sí, pero también, a mi modo de ver, de un imbécil integral. No logra, por más que se esfuerce Garrone en ello, despertar la más mínima simpatía en mí, haciendo que me importe bien poco las desgracias que le sucedan y llegando incluso a alegrarme por algunas de ellas. Es el bueno de la película, cierto, un héroe con pies de barro, pero también es un tipejo despreciable que pone de los nervios con su actitud y forma de actuar y que dificulta la identificación dele espectador con él o algún otro elemento del film. Dogman es, a la postre, un cuento cruel y retorcido, demasiado lento para esquivar con acierto un ligero deje de aburrimiento y que solo levanta el vuelo en su parte final, con una violencia desmedida que, si bien logra activar el interés del público, resulta algo extraño con respecto al resto de la narrativa.
Así, Garrose consigue volver a retratar una realidad poco visible de su país, pero lo hacer con una historia tan amarga y unos personajes tan desagradables que no consigue cautivarme en ningún momento.
No niego las virtudes del film y el trabajo de su director, pero no es la película que consigue conmoverme ni sacudir mi conciencia. Es cuestión de conseguir entrar o no en ella, y en mi caso se trata de un no rotundo.

Valoración: Cinco sobre diez.

No hay comentarios:

Publicar un comentario