domingo, 11 de noviembre de 2018

EL CASCANUECES Y LOS CUATRO REINOS

Disney sigue buscando desesperadamente un éxito en su departamento de imagen real que la devuelva a épocas doradas del pasado, pero parece que cada vez que se distancia de las adaptaciones de sus clásicos de animación la cosa se torna en patinazo (está en proyecto un reboot de Piratas del Caribe después de la tibia acogida de la última entrega, veremos qué pasa con ella). El Cascanueces y los Cuatro Reinos la cosa no va a ser, ni de lejos, ese éxito, pues no ha convencido ni a público ni a crítica, o cual es un reflejo de la propia falta de audacia en su puesta en escena.
Uno de los recursos que más está explotando Dinsey en estos proyectos es la de apostar por directores de renombre, algunos de ellos que a priori no parecían tener cabida en este mundo de fantasía y cuentos de hadas, y en el caso de esta película, la apuesta es por partida doble. El Cascanueces y los Cuatro Reinos está dirigida a cuatro manos por Lasse Hallström, autor de títulos entrañables como ChocolatLas normas de la casa de la SidraSiempre a tu lado (Hachiko) o Un viaje de diez metros, y Joe Johnston, que debutó precisamente para Disney con Cariño, he encogido a los niños y Rocketeer y que es también responsable de JumanjiParque Jurásico III o Capitán América: el primer Vengador. Una pareja que tampoco parece que peguen muy bien entre ellos y de cuyo sello personal apenas queda nada en el film. No obstante, no hay ningún pero que poner a la puesta en escena de la película, impecable, aunque funcional. De hecho, no hay ningún pero a nada de El Cascanueces y los Cuatro Reinos, aparte de resultar un compendio de mil películas ya vistas con anterioridad. Parece como si existiera una fórmula matemática para realizar estas películas y que nadie se atreviese a salirse ni un ápice de la misma, con lo que tenemos una recreación maravillosa del Londres victoriano, de los bailes palaciego y, por supuesto, de los cuatro reinos imaginarios. Cuenta, además, con una buena protagonista, Mackenzie Foy (Interstellar), y unos reconocibles secundarios (Keira Knightley, Eugenio Derbez, Morgan Freeman, Helen Mirren y Matthew Macfadyen), y tiene como base el cuento de Ernst Theodor Wilhelm Hoffmann y que ya había dado pie a una versión menos oscura de la mano de Alejandro Dumas y al célebre ballet de Piotr Ilich Tchaikovsky.
Es en la conversión a cuento de hadas en lo que la película se desdibuja, adaptando lo que, en todo despectivo se suele definir como “el toque Disney” y que la convierten en una fotocopia de cualquier otra película moderna de cuento de hadas, con su heroína femenina enfrentándose a su destino, malos que no lo son tanto (y viceversa), el típico alivio cómico, y la moralina de unión familiar siempre precediendo a una tragedia (si es la muerte de una madre o un padre, o de ambos, mejor).
No es El Cascanueces y los Cuatro Reinos un desastre a la altura de Un pliegue en el tiempo, llegando a ser incluso entretenida y momentáneamente emotiva, pero al final queda todo en un espectáculo pirotécnico demasiado artificioso, un bonito conjunto de luces de colores y paisajes maravillosamente digitalizados que no tienen aroma ni sabor, tan agradables de contemplar como de olvidar. Ya he dicho que no hay nada realmente malo en esta película, pero de igual manera, no hay nada especialmente reseñable, nada que merezca la condición de clásico inmediato que antaño tenía las películas Disney y que servían para contradecir a todos aquellos que aseguraban que las películas solo servían para vender muñequitos y otros juguetes. En este caso, mucho me temo que habrá que darles la razón. Aunque tampoco parece que vayan a vender demasiados.
El Cascanueces y los Cuatro Reinos pueden ser agradable de ver estas navidades (si aguanta en cartel, cosa que dudo), pero no da para mucho más que una tarde familiar en el cine para compensar el estrés de las compras navideñas.

Valoración: Cinco sobre diez.

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