sábado, 9 de febrero de 2019

POLAR

En un año en el que Netflix promete ser un referente definitivo en el mundo de los largometrajes, Polar es su primera propuesta supuestamente potente.
Con producción a caballo entre Estados Unidos y Alemania y basada en un comic del valenciano Victor Santos, esta ópera prima del realizador sueco Jonas Åkerlund podría definiste con una sola palabra: excesiva.
Buscando un delirio visual intencionado, la película es excesiva en casi todos los sentidos: en el uso del sexo gratuito y artificial (desde primeros planos de culos y escotes que harían sonrojar incluso a los autores de cualquier Fast & Furious hasta la innecesaria escena entre el protagonista y una de sus atacantes), en la violencia extrema (con momentos que rozan el gore y que, a la postre, es de lo mejor de la película), y en el tono grotesco que desprende gran parte del film, con un colorido y unas interpretaciones que ahondan en lo ridículo que denotan más las intenciones del director de llamar la atención que en pretender hacer algún tipo de obra con personalidad.
Precisamente este último detalle es lo que más llama la atención del film la gran diferencia entre los momentos más oscuros e incluso intimistas alrededor del protagonista (un Mads Mikkelsen que, sin esforzarse demasiado, es lo mejor de la película) y todo lo que rodea a los villanos de la trama. El argumento, sin ser nada del otro mundo, se planteaba estimulante: una agencia de asesinos que, debido a el magnífico plan de jubilación que ofrece a sus empleados, se dedica a liquidarlos poco antes de llegar dicha jubilación para ahorrarse un buen pastizal. Pero cuando es el turno de Duncan (en personaje de Mikkelsen), una especie de John Wick crepuscular que solo quiere retirarse en la soledad de su cabaña perdida en medio de la nada, este no va a ponerle las cosas nada fáciles a la organización. Y aunque John Wick sea, precisamente, el principal referente de Polar, las diferencias estéticas y de valor interpretativa (por ahí andan Vanessa Hudgens y Katheryn Winnick, la Lagertha de Vikingos, el resto son caras desconocidas y de dudosa calidad actoral) la ponen a muchos escalones por debajo de la (en breve) trilogía a mayor gloria de Keanu Reeves, aunque la mayor libertad que Netflix otorga a sus creadores permite una violencia descarnada que, al menos, supone un aliciente que muchas producciones de cine no se pueden permitir.
Al final, la película resulta ser tontorrona, grotesca y ridícula, pero al menos cumple con el objetivo de entretener y funciona como propuesta descerebrada para una sesión de cine e la que no se quiera perder el tiempo en reflexiones profundas y se contente uno con ver a Mikkelsen partiendo la pana en un entorno estúpidamente irreal.

Valoración: Cinco sobre diez.

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