lunes, 25 de febrero de 2019

UNA CUESTIÓN DE GÉNERO

El la era del #meetoo, una película como Una cuestión de género parecía inevitable. Dirigida por Mimi Leder, que destacó a finales de los noventa con títulos como Deep Impact o El Pacificador y que lleva años recluida (salvo efímeras excepciones) en la televisión, es casi un vehículo de lucimiento para Felicity jones, dando vida a la abogada Ruth Bader Ginsburg, bien secundada (aunque sin que se atrevan a hacerle sombra, por nombres como Armie Hammer (de quien se rumorea será el nuevo Batman), Justin Theroux, Sam Waterston. Kathy Bates, Cailee Spaeny y una buena colección de caras reconocibles aunque no necesariamente famosas.
Una cuestión de género se engloba en el prototipo de biopic de manual, en el que se detalla cierta parte de la vida y milagros de un personaje real con una puesta en escena poco arriesgada y de corte casi telefilmesco. Esto es, posiblemente, lo peor de la película que, como sucediera en títulos como La buena esposa (esta sin un fondo real detrás), se presenta demasiado plana y falta de riesgo como para ser juzgada con la grandeza que, posiblemente, mereciera la protagonista real.
Más allá de la fidelidad con respecto a la autentica Kiki (como la llamaba su marido y amigos), lo importante de la película (tal y como sucede en muchos alegatos en contra de la discriminación acial) es recordar como hace apenas cuatro días (o en la actualidad, incluso), la mujer era tratada como inferior al hombre, y así lo recogía la propia constitución de los Estados Unidos. Ella misma, una mujer en un mundo de hombres, pese a sus evidentes méritos, no pudo ejercer como abogada hasta muchos años después de sacarse la carrera con honores, teniendo que conformarse con un puesto de profesora hasta que su propio marido, también abogado, le propone un caso de discriminación por sexo que ella decide llevar como bandera en su lucha por la igualdad (curiosamente, representando a un hombre). Esa es la historia que centra la trama de la película y lo que la hace tan importante en este periodo concreto de la historia en la que parece (falsamente) que las diferencias de género sean algo de una era muy lejana y que conviene recordar.
Es por eso que esta película, incluso con los esfuerzos de una muy correcta Jones, tiene más valores sociales que cinematográficos, aunque nada de lo que aparece en pantalla llegue nunca a molestar (si acaso a resultar demasiado conocido ya), funcionando bastante bien como drama judicial y sirviendo para dar a conocer una figura cuyo nombre posiblemente no sea muy identificable fuera de los Estados Unidos pero que ha sido fundamental para cambiar las leyes de su país.

Valoración: Seis sobre diez.

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