Erigido como uno de los actores de confería más taquillera de nuestro país gracias, sobre todo, a la saga de Ocho apellidos vascos, Dani Rovira lleva unos años alternando aciertos con fracasos, posiblemente limitado en su faceta de actor a la calidad de sus guiones y a la vista mano del director de turno. Algo alejado en este tiempo de los escenarios donde saltó a la fama como monopolista, es una alegría que Netflix se haya sacado de la manga este espectáculo de casi hora y media llamado Odio, representado, además, en la Málaga natal del artista.
2020 ha sido un año
complicado para Rovira, que ha tenido que luchar para superar un cáncer. Lo ha
hecho con energía y positivismo, y eso es lo primero que se desprende de su
extenso monólogo donde, con un humor ácido pero optimista, revela las carencias
del ser humano, disfrazando la admiración de odio.
Escrito por
completo por él mismo, Odio no es un
espectáculo perfecto, cayendo en algún momento en el alargamiento de algún
chiste o rozando zonas demasiado comunes (eso de no saber ligar por apps ya
suena a viejuno) y chabacanas, pero por lo general cumple con creces la
intención de hacernos reír, sabiendo además emocionar cuando se lo pretende.
Cierto es que en algún momento puede parecer que se pasa de serio, pero es
apenas un momento puntual perdido entre el chiste fácil y la carcajada plena.
Además, entre sus
experiencias personajes, muy presentes en la obra, y las cosas y personas a las
que «odia» hay tiempo, por supuesto, para la auto parodia. Y por si se lo están
preguntando, sí, su experiencia como presentador de los Goya forma parte, inevitablemente, de la colección de odios que se
analizan.
Es Dani Rovira en
esencia pura. El mejor Dani Rovira, el de los monólogos, el del carisma, el del
cáncer y, como no se cansa de repetir, el malagueño. Ese al que, pese al título
del espectáculo, no podemos dejar de amar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario