Después de películas tan interesantes como Eva o Toro (amén de unos cuantos episodios televisivos y alguna película me menor calado), el director barcelonés Kiké Maíllo se lanza al mercado internacional con la adaptación de la novela de Amélie Nothomb, un texto difícil para trasladar a imágenes por la abundancia de diálogos y subtextos del que Maíllo y sus colaboradores Cristina Clemente y Fernando Navarro saben bien parados.
Cosmética del enemigo narra la
historia de un arquitecto de éxito, obsesionado con la perfección, que durante
el trayecto en taxi desde una sala de conferencias al aeropuerto de París se
verá abordado por una adolescente desconocida que no parará hasta poderle
contar su historia.
Durante los dos
presuntos actos el ritmo se puede antojar algo lento, aunque el magnético de
Athena Strates y la batalla dialéctica son suficientes para mantener al
espectador pegado a la pantalla, incapaz de averiguar qué demonios pretende esa
aspirante a Lolita con tintes de acosadora verbal.
Consciente Maíllo
de la necesidad de huir de la teatralidad en un guión tan cargado de diálogos,
la respuesta está en conseguir un nivel visual impecable, convirtiendo al
principio aeropuerto en una presencia más, en especial gracias a una maqueta
del mismo que ejerce de narrador imprevisto.
Estamos ante una
película de intriga desconcertante cuyo verdadero misterio no aporta hasta
pasado el ecuador (la desconocida presume desde el primer momento de haber
asesinado a alguien, pero a esa alturas cuesta saber lo que hay de verdad o
mentira en sus palabras), pero que se digiere con facilidad y cuyo desenlace,
por chocante que pueda llegar a ser para algunos, en coherente y bien
planteado.
Con tintes de
Polanski en su narrativa, Cosmética del enemigo es impecable tanto a nivel
visual como narrativo, con una elección de actores muy acertada, donde el único
pero es la exigencia de un espectador paciente y reflexivo que se pueda ver
tentado a abandonar el film a las primeras de cambio. En este caso, tener
paciencia tiene recompensa.
En fin, película
intrigante, que obliga a prestar atención especial a los detalles y muy bien
resuelta que supone un interesante cambio de rumbo para Maíllo, que no parece
dispuesto a dejarse llevar por la dictadura de ningún género en concreto.
Valoración: Ocho
sobre diez.
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