Dirigida por Luis Quílez a partir de un guion propio en colaboración con Fernando Navarro, Bajocero es la nueva apuesta de producción española por hacer un cine policiaco de calidad, con la dosis necesaria de intriga y sin dejar de lado el componente moral, lo cual no es sinónimo de la moralina barata en la que sería fácil caer.
Bajocero cuenta la historia de un traslado penitenciario
encabezado por un agente nuevo en la comisaría. Seis presos e diversa índole y
sin aviso previo que serán llevados por una carretera solitaria en plena noche
por las gélidas tierras de Cuenca.
Ya
con el intenso y explícito prólogo se nos avisa de que hay alguien peligroso
pululando por ahí, y cuando los caminos de ambos se crucen el drama estará
servido.
Bajo
cero es una película de guion impecable que sabe ir evolucionando a medida que
avanza la trama. Nace como una mezcla entre road
movie y buddy movie, con la poca
afinidad entre Martín, el protagonista, con Montesinos, el compañero sobre el
que ya han puesto sobre aviso. Una vez empieza la acción, nos encontramos casi
ante un thriller de terror, con los protagonistas encerrados dentro del furgón
a merced de una amenaza desconocida que, incluso desde la distancia, amenaza
con acabar con sus vidas una por una. Y, finalmente, concluye en espacio
abierto en una suerte de western impecable con todas las cartas sobre la mesa y
un desenlace tan visceral como lógico.
Por
el camino, un montón de situaciones de angustia, mostrando Quílez su pericia
con una cámara que, aunque por momentos se antoja temblorosa, lo hace siempre
en función al guion, no como elemento estético incómodo. El empleo del paisaje,
ya sea una carretera sepultaba bajo la niebla o un bello lago helado, contribuyen
a fortalecer este ambiente opresivo, en contraste con el espacio minimalista
que supone el interior del furgón.
Por
último, la película gana con un buen desarrollo de personajes, ya que incluso
los que tienen menos tiempo en pantalla cuentan con un trasfondo. Ayuda, y
mucho, un trabajo actoral ejemplar, encabezado por las tres estrellas de la función
(Javier Gutiérrez, Karra Elejalde y Luis Callejo), pero sin olvidar la fuerza
interpretativa de Patrick Criado. Llevo tiempo quejándome de que Javier Gutiérrez,
pese a lo gran actor que es, parece algo encasillado en sus papeles, por lo que
verle en esta película es para mí una alegría doble.
El
guion maneja el camino con precisión, despistando pero sin engañar, siendo
sincero con el espectador, aunque (y esto es solo por ponerle algún pero), el
giro final se puede intuir antes de lo deseado. Con todo, es una nueva muestra
de la pericia de nuestro cine para retratar historias criminales, regadas de
escenas poco amables y con un deje de profundidad en la que reflejarse la sociedad.
Una
apuesta ganadora que, una vez más, se ha visto privada de su paso por las
salas, siendo recogida por Netflix
como tabla de salvación.
Valoración:
Ocho sobre diez.
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