Aunque
hace ya más de un siglo que Maurice Leblanc creara el personaje de Arsène
Lupin, un sofisticado ladrón de guante blanco francés que muchos vieron como
una respuesta al Sherlock Holmes británico de Arthur Conan Doyle, este ha sido
víctima de constantes revisiones, ya sea en cine, televisión, comic e incluso
videojuegos.
En
realidad, Lupin no va sobre Lupin,
sino sobre un tipo llamado Assane Diop que, influenciado desde niño por una
novela del personaje y atormentado por el aparente suicidio de su padre, dedica
su vida a obrar siguiendo las enseñanzas plasmadas en la obra de Leblanc,
enriquciéndose con robos irresolubles pero con la necesidad de descubrir la
verdad sobre su padre como meta de fondo.
Con
unos guiones simpáticos pero algo simplones, el principal secreto del éxito de
la serie es el carisma de Omar Sy, un actor que generalmente encuentro algo
cargante (ni Samba ni Infiltrado en Miami me llegaron a
convencer), siempre a la sombra de Intocable,
pero que aquí brilla con luz propia, siendo el alma de la historia pero sin que
por ello eclipse al resto de personajes. Quizá una de las claves esté en contar
con un realizador de la talla de Louis Leterrier ocupándose de la mayoría de
capítulos, director recordado sobre todo por su paso por el MCU con El increíble Hulk pero que ya abordó el tema de los robos
rocambolescos en la película Ahora me
ves…
Puede
que el único lastre de la serie sea el hecho de perder fuelle cuando se quiere
poner demasiado intensa, funcionando mucho mejor como divertimento ligero que
como drama familiar. Está muy bien tener un misterio que resolver para no
parecer un procedimental más, pero eso provoca un ligero descenso del interés a
partir de su ecuador que, afortunadamente, remonta para su cliffhanger final, dejando los dientes largos en espera a una
segunda temporada anunciada para este mismo verano.
Al
final nos encontramos con cinco capítulos que se devoran casi del tirón, a los
que se les puede perdonar algún tropiezo argumental (como la presentación del
policía que se obsesiona con él y su forma de atar cabos) pero donde el «más
difícil todavía» es la clave para el deleite y cuyas piruetas de guion
funcionan bastante bien.
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