domingo, 31 de enero de 2021

Visto en Netflix: LUPIN

Aunque hace ya más de un siglo que Maurice Leblanc creara el personaje de Arsène Lupin, un sofisticado ladrón de guante blanco francés que muchos vieron como una respuesta al Sherlock Holmes británico de Arthur Conan Doyle, este ha sido víctima de constantes revisiones, ya sea en cine, televisión, comic e incluso videojuegos.

Coincidiendo con el estreno en cines (llámenlo casualidad) de una de sus aventuras en formato de animación, Netflix presenta Lupin, una serie inspirada en el personaje que se ha convertido en la sensación de la temporada, en esa serie «que todo el mundo debe ver» y que ha ocupado en el corazón de los espectadores el hueco dejado por la última serie revelación: Gambito de dama.

En realidad, Lupin no va sobre Lupin, sino sobre un tipo llamado Assane Diop que, influenciado desde niño por una novela del personaje y atormentado por el aparente suicidio de su padre, dedica su vida a obrar siguiendo las enseñanzas plasmadas en la obra de Leblanc, enriquciéndose con robos irresolubles pero con la necesidad de descubrir la verdad sobre su padre como meta de fondo.

Con unos guiones simpáticos pero algo simplones, el principal secreto del éxito de la serie es el carisma de Omar Sy, un actor que generalmente encuentro algo cargante (ni Samba ni Infiltrado en Miami me llegaron a convencer), siempre a la sombra de Intocable, pero que aquí brilla con luz propia, siendo el alma de la historia pero sin que por ello eclipse al resto de personajes. Quizá una de las claves esté en contar con un realizador de la talla de Louis Leterrier ocupándose de la mayoría de capítulos, director recordado sobre todo por su paso por el MCU con El increíble Hulk pero que ya abordó el tema de los robos rocambolescos en la película Ahora me ves…

Puede que el único lastre de la serie sea el hecho de perder fuelle cuando se quiere poner demasiado intensa, funcionando mucho mejor como divertimento ligero que como drama familiar. Está muy bien tener un misterio que resolver para no parecer un procedimental más, pero eso provoca un ligero descenso del interés a partir de su ecuador que, afortunadamente, remonta para su cliffhanger final, dejando los dientes largos en espera a una segunda temporada anunciada para este mismo verano.

Al final nos encontramos con cinco capítulos que se devoran casi del tirón, a los que se les puede perdonar algún tropiezo argumental (como la presentación del policía que se obsesiona con él y su forma de atar cabos) pero donde el «más difícil todavía» es la clave para el deleite y cuyas piruetas de guion funcionan bastante bien.

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