La primera buena noticia del 2021 ha sido el estreno en Netflix de la tercera temporada de Cobra Kai, adelantada un par de días respecto a la previsión inicial y que, en diez episodios que se disfrutan en un suspiro, sigue demostrando que es una de las series más frescas y entretenidas del panorama actual.
Los
creadores siguen jugando con acierto las cartas de la nostalgia sin volverse
empalagosos, a la par que referencian a las películas contantemente (incluyendo
las secuelas, de lejos mucho menos exitosas que el film original) logrando, de
nuevo, con unos pocos flashbacks que no molestan, que aquellos que no vieron
las películas, o simplemente las tienen olvidadas, no se pierdan por el camino.
Hay
en Cobra Kai T3 un intento por analizar
los orígenes de los personajes, por hacer hincapié en el pasado ofreciendo esos
recuerdos mediante tres recursos diferentes, lo cual es estimulante y
meritorio. En el caso de John Kreese, mediante flashbacks que explican cómo se
definió su personalidad, Daniel LaRusso reencontrándose con sus raíces regresando
físicamente a Okinawa y Johnny Lawrence recuperando, vía Facebook, el contacto
con Ali, la principal causa del enfrentamiento de los dos protagonistas en la
película de John G. Avidsen.
Cierto
es, y aquí habría que hablar del peaje a pagar por querer ampliar las
temporadas de una serie, que el guion fuerza demasiado las cosas, de manera
que, a nivel argumental, puede que no sea de lo más destacable (me vienen a la
mente, por ejemplo, la resolución demasiado casual de una de las subtramas
importantes referentes a la familia LaRusso, el cambio de bando algo forzado de
algunos de los chavales o la conversión de Kreese en una especie de encarnación
del mal absoluto), pero que compensan con los buenos momentos que ofrece la
química entre el personaje de Johnny y Miguel, por ejemplo, o las escenas de lucha,
que de nuevo tienen en el último capítulo un desenlace apoteósico.
A
nivel argumental, el recuerdo de la batalla campal en el instituto con la que
despedimos la segunda temporada pesa mucho en el ambiente, llegando el análisis
de sus consecuencias a dominar demasiado la trama de los primeros episodios (la
amenaza de ser comparable a la temporada final de Por trece razones estaba en el aire), pero la escasa duración de los
episodios, el cliffhanger con el que
concluyen todos ellos y el cariño que uno siente ya por los personajes, desde
los protagonistas hasta los chavales más secundarios, hace que la serie no se
resienta en ningún momento. Además, saben cómo evolucionar (de momento) esa
rivalidad entre los dos protagonistas de manera que, aunque se coquetee en
varios comentos con el desastre, no sigan cometiendo continuamente los mismos
errores, pese a que se vea venir, desde casi el primer momento, que la cosa va
a derivar hacia el cliché de los enemigos que se unen para enfrentarse a un mal
mayor.
Sea
como sea, el resumen es que he disfrutado mucho de estos diez nuevos episodios
cuyo final anticipa la existencia de una cuarta temporada que debería comenzar
a rodarse en breve y que estoy deseando ya que llegue.
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