sábado, 23 de enero de 2021

Visto en TVE, Netflix, HBO: EL MINISTERIO DEL TIEMPO

El otro día hablaba sobre la conveniencia de que las plataformas ofrezcan las series por temporadascompletas y, en mi caso particular, este es un ejemplo perfecto.

Desde el inicio de su ficción he sido un fan incondicional de El Ministerio del Tiempo, serie convulsa donde las haya condenada al fracaso de no ser por el movimiento fan que revolucionó Internet, y esperaba con ansia está temporada final, la cual esperaba que se estrenara simultáneamente en Televisión Española y HBO. Por desgracias no fue así, TVE la emitió primero, y con frecuencia semanal. Y como resulta que no me puedo permitir el adaptarme a unos horarios fijos y la web del canal estatal tampoco es que sea para tirar cohetes, pues terminé por esperar a que llegará a la plataforma de streaming, con la consecuencia de que por el camino fueron llegando otras series interesantes que relegado a esta cada vez más abajo en mi lista infinita de pendientes. Explicó todo esto para justificar el que os hablé de una serie que finalizó hace casi un año, aunque con la perspectiva que da el tiempo (nunca mejor dicho) y facilitando que analice no sólo la cuarta temporada sino la serie en su conjunto.

Antes de ver esta traca final habría jugado que la serie ha ido de más a menos. Las dos primeras temporadas me resultaron impecables, y la salida del personaje de Julián, dejando alguna trama inconclusa y otras resueltas de cualquier manera no me terminó de funcionar. Y no porque no me gustase su sustituto, pues Hugo Silva brilla como Pacino y se hace con el personaje con rapidez, pero ya no era el mismo Ministerio que nos había enamorado.

Creada por los hermanos Olivares, la serie narra, con cierto tono de procedimiental, las aventuras de una patrulla capaz de viajar por el tiempo para corregir alteraciones del pasado que puedan afectar a nuestra historia. Así, Javier Olivares (mente maestra tras todo el invento tras el doloroso fallecimiento de su hermano, al va dedicada la serie) combina ciencia ficción con pinceladas de historia nacional, aprovechando para hacer una curiosa crítica social que mantiene un peligroso pero acertado equilibrio entre el patriotismo y la crítica más feroz. Pero es en sus tramas secundarias, esa con aroma culebronesco, donde está el gran valor de El Ministerio del Tiempo, pues consigue componer una serie de personajes de los que es fácil enamorarse, perdonándoles incluso los muchos errores que cometen. Un magnífico trío protagonista formado por Julián, Alonso y Amelia que no eclipsan, sin embargo, a los entrañables secundarios.

Sin embargo, como ya he adelantado, la serie causó furor en las redes, creando una legión de devotos fans, que no se tradujo en audiencia en pantalla (una prueba más de que el concepto clásico de televisión está obsoleto) y tras dos temporadas se anunció su cancelación. Tuvo que ser Netflix quien echara un cable a TVE para que la demandada tercera temporada fuese una realidad, pero la serie estaba ya herida de gravedad y es esa temporada la que considero más floja, pese a la incorporación también de la maravillosa Macarena García. Dos de los miembros iniciales habían caído (Rodolfo Sancho estaba a otras cosas y Aura Garrido pidió que su participación en la serie se fuera reduciendo hasta desaparecer del mapa) y, para colmo, los nuevos guiones no estaban especialmente inspirados. El truco de dar una forma homogénea a toda la temporada con un villano único no terminaba de funcionar del todo y hastá los fans más acérrimos empezaron a acusar el agotamiento.

Todo parecía indicar que la historia terminaba aquí, pero casi dos años después, esta vez con HBO de por medio, se anunció una cuarta temporada. Nadie ha dicho oficialmente que será la última, pero está claro que sus creadores así lo creen, pues el tono de despedida el capítulo final es indudable.

Tengo la sensación de que ya había sido demasiado tarde y la noticia no causó el impacto necesario para resucitar el fenómeno, pero lo cierto es que contra todo pronóstico está tanda de ocho episodios posiblemente sea la mejor de toda la serie. Consciente de que ya no tenía nada que perder, Javier Olivares tira la casa por la ventana y se atreve a romper tabúes que él mismo se había impuesto, como la imposibilidad de viajar al futuro o la de deshacer sucesos del pasado en beneficio propio. Con celebrados homenajes de todo tipo, ya sea a clásicos del cine, la literatura o incluso el cómic (aunque el de Los Intocables de Eliott Ness es el que más me canta), la serie se vuelve completamente loca, apostando por un humor más abierto y llevando a lugares donde nunca se habían atrevido a ir, con naves especiales, retornos a la infancia, efectos mariposa demenciales… Hay regresos muy aplaudidos, otros que saben a poco y un misterio que se cocina a fuego lento hasta el capítulo final.

Quizá la única nota discordante la encuentro, precisamente, en ese episodio de despedida que, si bien cumple todos los cánones propios de la situación, me dejó un poco desangelado. Se me antoja salgo precipitado, sin terminar de cerrar bien todas las tramas y con personajes tomando decisiones que no alcanzo a comprender.

No es plan de cuestionar las normas de los viajes en el tiempo, pues en el terreno de la fantasía cada uno es dueño de sus propias reglas, pero me da la sensación de que Oliveros es muy tramposo en demasiadas ocasiones, retorciendo los conceptos de las paradojas y los efectos mariposa a su antojo, llegando incluso a contradecirse. Hay también elementos que se quedan algo colgados, como el rejuvenecimiento de ciertos personajes o una prueba de embarazo que no conduce a nada, pero gracias a un capítulo en el que constantemente se altera el presente mediante cambios en el pasado se podría pensar que todo deriva en líneas temporales alternativas, como si se plantearan varios «what if» para dejarlos colgados a la imaginación de cada espectador, como una especie de chiste al que no le termino de pillar la gracia.

Una flor no hace el verano y un episodio que me entusiasmó menos de lo esperado no va a arruinar una serie que finaliza por todo lo alto. No es el final emotivo y lacrimógeno que pretende, pero sí es un final que deja las puertas abiertas a un futuro Ministerio del Tiempo pero que resulta evidente que no será el mismo que conocemos y amamos.

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