Dicen
los que saben de estas cosas que el origen de Violetta es una serie televisiva de Disney Channel que surgió en
2012 y que consta de tres temporadas. Para mí, la tal Violetta era tan solo una
cantante cuya imagen aparecía en las mochilas y carpetas de las niñas hace un
par de años, compitiendo por destacar en los escaparates de las tiendas con las
Monster High y Hello Kitti. Por ignorar, ignoro incluso en qué número tengo memorizado
el Disney Channel ese.
Digo
esto para dejar claro de antemano que yo no soy el público objetivo de esta
película, ni de lejos, y que eso debería tenerse en cuenta a la hora de leer
esta opinión.
Por
otro lado, como sea que yo exijo a las películas algo más que una objetividad
prefijada, declaro mi derecho a poder enfrentarme a ella sin complejos, tal y
como me sucediera, por ejemplo, con El Séquito, una película que también era el cierre de una serie que yo
desconocía y que pude disfrutar bastante (otro ejemplo de serie finiquitada en
cine podría ser FireFly y Serenity, de Joss Whedon ambas).
Sin
embargo, en el caso de Tini, el grancambio de Violetta, que no deja de ser un cambio de nombre e imagen a la chica
Disney esta, uno tiene que imaginarse las cosas a medida que suceden, ya que no
hay una mínima presentación de personajes ni nada parecido, como si se tratase
de un capítulo más de su serie. Primer punto en contra.
La
historia, en sí, es la de siempre. Alguien que va a un pueblecito de la costa
mediterránea a pasar unos días y lo que allí encuentra le cambia la vida para
siempre, quedando atrapado por la belleza del lugar y sus gentes. En lo que
llevamos de año, sin ir más lejos, se ha tocado ese tema en Bienvenidos a Grecia o Cegados por el sol, pero referentes los
tenemos a miles, como Mamma mía! o Walking on Sunshine para no salirse del
género musical.
Tini es un despropósito fílmico, con lunas que permanecen completamente
llenas durante varias noches, festivales de música sin más artistas a concurso
que la protagonista, personajes que recorren miles de kilómetros en menos tiempo
de lo que otros tardan en cruzar media isla, móviles que nadie utiliza cuando
de verdad hacen falta… y así un sinfín de sinsentidos que sin duda no
importarán a las incondicionales de la estrella argentina pero que para el
resto del mundo resultan casi insultantes.
Por
lo demás, típica película ñoña de amores de verano puros y castos, amigos
fieles hasta la muerte y descubrimientos que permiten conocerse a uno mismo al
ritmo de las empalagosas tonadas de esta artista argentina. Y por ahí en medio,
haciendo de “matrona italiana” sin saber muy bien porqué, Ángela Molina.
Lo
dicho, para incondicionales y poco más.
Valoración:
Cuatro sobre diez.
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