Trumbo es, más allá de un fragmento en la vida del gran guionista Dalton Trumbo, una crónica sobre la etapa más
oscura del Hollywood dorado, ese en el que la Guerra Fría provocó una paranoia
generalizada a todo lo que sonara mínimamente comunista y que produjo una feroz
caza de brujas encabezada por el senador Joseph McCarthy.
Aparte
de resaltar el increíble hecho de que en España hayamos tenido que esperar
hasta finales de abril para ver una de las películas con nominaciones
importantes al Oscar (enorme Bryan Cranston), Trumbo es una brillante recreación de cómo los denominados “los
diez de Hollywood” quedaban señalados en una lista negra que les impedía
trabajar o, en el peor de los casos, terminar encerrados en prisión. Fue una
época de confusión y miedo, de amigos delatándose entre ellos y de desconfianza
en el propio vecino, y la película sabe sacar buen partido de ello.
Podría
decirse que la dirección de Jay Roach es muy plana y totalmente falta de
personalidad, sin atreverse a arriesgar lo más mínimo en ningún momento, pero
ello da pie, a cambio, a que el peso de la película caiga en su guion, del que
hay que destacar algunos diálogos realmente brillantes, y, sobre todo, en su
reparto. La nominación para Cranston es totalmente justificada, pero no se
queda atrás la gloriosa (y aquí, además, odiosa) Hellen Mirren, obsesiva y
pérfida o el siempre cumplidor John Goodman, que hace suya una de las escenas
más divertidas del film.
Sobre
la historia real se encuentra un relato sobre la amistad y la intolerancia,
sobre la defensa de los derechos y del propio honor e incluso sobre la familia
y el hogar. Un poquito de todo cabe alrededor del que escribiese (por más que
tardaran años en reconocérselo) Vacaciones en Roma y que será eternamente
recordado por el libreto, entre otras, de Espartaco.
Debo
reconocer que soy público fácil para este tipo de films, ya que me encanta todo
lo que rodea al Hollywood clásico (hasta soy de los que aplaudió ¡Ave, César!),
y tener la oportunidad de ver aquí representados a personajes como Edward G.
Robinson, John Wayne, Otto Preminger o Kirk Douglas (involuntario héroe de la
película) es toda una gozada.
Ha
tardado en llegar, pero pese a sus carencias y defectos Trumbo es una delicia para los amantes del cine y un interesante
documento para los amantes de la historia, aparte de un brillante
entretenimiento.
Valoración:
Siete de diez.
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