Si
hay dos actrices que pueden presumir de estar ante un magnífico momento
profesional, estas son, sin duda Alexandra Jiménez y Belén Cuesta,
prácticamente omnipresentes en las carteleras españolas en los dos últimos
años.
En
esta ocasión es turno de la primera, que vuelve a ser la protagonista de una
comedia bastante simpática donde casi todo el peso recae sobre ella aunque son las
aportaciones de los secundarios los que permiten que Nacida para ganar suba la nota.
Estamos
ante el último trabajo de Vicente Villanueva, una burla de la sociedad de
consumo en la que vivimos representada a través de Encarna, una chica de Móstoles
encerrada en una vida anodina (casada en secreto con su antiguo profesor de
literatura, muchos años mayor que ella, y condenada a trabajar de por vida en
una tienda de colchones) y acomplejada por el famoso (aunque no sé yo si
olvidado ya) gag de Martes y 13 sobre Encarna de Noche y las empanadillas de
Móstoles, a la que se le presenta una oportunidad de enriquecerse fácilmente
que la cegará y estará a punto de arrojarla por el abismo.
El
principal problema que tengo con esta película, aparte de que no termina por
ser tan disparatada como pretende, es que su historia está algo desfasada. Más
allá del tema recurrente de Martes y 13, toda la trama gira en torno a los
negocios piramidales, esas estafas tan populares hace un par de décadas que, si
bien siguen existiendo hoy en día en otros formatos, han quedado desfasadas, al
menos tal y como lo explica la historia. En la época de Internet y los negocios
online, que se nos presente un mega negocio como el de la película basado en el
boca a boca y la puerta fría parece poco creíble, no sólo desde el punto de
vista del espectador sino también para los propios protagonistas. Que nadie
busque, por ejemplo, opiniones sobre la empresa que pretende cambiar la vida de
Encarna a través de Google se me antoja un poco, como menos, extraño. Y la
presencia de Las Supremas de Móstoles triunfando or todo lo alto o tener a
Antonio Hidalgo como maestro de ceremonias en una lujosa presentación sólo
confirma mis palabras. Me llama la atención cuando en un momento dado el
presentador dice algo como: “con el dinero que se gana aquí estoy planteándome
dejar la tele”, y uno no puede evitar preguntarse: “pero, ¿todavía sale en la
tele, este hombre?” Estamos ante una historia que llega quince años tarde.
Con
todo, si dejamos la suspensión de la incredulidad de lado, la trama es
simpática, sigue los esquemas clásicos con sus bajones dramáticos cuando todo
se tuerce y el desenlace frenético y exagerado y cuenta, sobre todo, con una
Victoria Abril interpretándose a sí misma que demuestra tener un gran sentido
del humor y tiene, en esta auto parodia, la mejor baza de la película.
Algunos
aciertos se entremezclan con decisiones argumentales dudosas que confieren a la
película un empaque irregular, que permite que se pueda disfrutar durante su
visionado pero que no deje demasiado poso tras el mismo. Una lástima, pues aspiraba a mucho más, pero
seguramente en unos meses ni recordaré haberla visto.
Valoración:
Cinco sobre diez.
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