Producida entre Francia, Alemania y Sudáfrica, pero con claras influencias francófonas (como muestra el que esté dirigida por Gilles de Maistre, Mia y el león blanco es una de esas películas buenrolleras con un mensaje positivo donde lo que importa, al final, son más las sensaciones que deja que no sus virtudes cinematográficas propiamente dichas.
Abalada por el tremendo éxito (¿cómo no?) que ha tenido en Francia, Mia y el león blanco cuenta la historia de una niña que se ve obligada a abandonar Londres para vivir en Sudáfrica por el empeño de su padre de mantener un negocio familiar de cría de leones. Lo que al principio será un infierno para la pequeña cambiará radicalmente cuando nazca un cachorro de león albino que se convertirá, más que en su mascota, en su mejor amigo.
Así pues, estamos ante una película entrañable sobre una amistad imposible que puede entenderse como un canto a la vida, cargada de positivismo y con un mensaje animalista como telón de fondo, cuya mejor virtud es la capacidad de emocionar con la relación entre niña y animal y cuya planificación visual es bastante convincente, por más que en algunos planos se note demasiado el truco. Pero no n os pongamos demasiado estrictos. Por este lado hay que reconocerle que funciona a la perfección y que tanto la bella fotografía que retrata el país africano como las canciones de fondo son un buen envoltorio para terminar de adornar la historia en la que la interpretación de la protagonista es también bastante meritoria.
Sin embargo, rascando un poco la superficie, nos encontramos con un panfleto publicitario, rematado con un mensaje el principio de los títulos de créditos pidiendo el apoyo para cierta organización. No lo veo mal como idea, pero el deseo imperioso de lanzar un mensaje es tan fuerte que incluso se coloca por encima del propio lenguaje cinematográfico. Esto es, se hace tanto hincapié en condenar la caza turística (algo legal, aunque de dudosa moralidad) que se olvidan de los valores que deben hacer grandes a una película. Por eso, la historia en sí es poco verosímil, con subtramas muy mal contadas y peor resueltas, personajes innecesarios (ese uso de un “villano de opereta” tan impostado como mal interpretado), un montaje confuso y, lo peor de todo, con todo un tramo central que aburre bastante. Eso sin contar con la antipatía que puedan llegar a provocar los propios protagonistas (en especial el padre), aunque eso ya entra más en el terreno de lo personal.
En resumen, película que, vista sin ninguna pretensión, es bonita y hasta simpática, con un mensaje naturalista, pero a la vez manipuladora y algo sensiblera. Un film para pasar el rato con los niños y salir con ganas de comprarse un peluche de león, pero poco más.
Valoración: Cinco sobre diez.
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