Después
de que la saga de Harry Potter
concluyese por todo lo alto, lo lógico sería preguntarse si tiene algún sentido
resucitar el mundo mágico imaginado por J.K.Rowling si no es más que por
motivos puramente económicos.
Sin
embargo, una vez dentro de la sala de cine, con una entrada bastante maja para
ser viernes, mayoritariamente adulta, al contemplar los gemidos de emoción al
aparecer el logotipo de Warner Bros en pantalla y escucharse unas notas
reconocibles (aprended, fans de DC) y sobre todo tras los entusiastas aplausos
al final de la proyección (y llevaba tiempo sin oír aplausos en una sala
comercial), comprendí que la saga merece seguir viva, aunque solo sea como señal
de agradecimiento a unos fans que convirtieron a la escritora en una
superventas y a las películas como el gran estandarte de Warner.
Dicho
esto, ¿qué podemos esperar de Animales fantásticos y dónde encontrarlos aquellos que no somos unos fans inquebrantables
del mago de la cicatriz en la frente y su universo mágico?
Con
Harry, Ron y Hermione fuera de la ecuación era necesario encontrar oros
protagonistas capaces de aguantar el tirón durante un buen puñado de películas
(cinco, se pretenden hacer) así como a unos actores suficientemente
carismáticos como para darles vida. Sobre lo primero, parecía lógico recurrir a
algo ya existente dentro del mundo creado por Rowling y el elegido ha sido Newt
Scamander, quien escribiera el ensayo sobre animales fantásticos que da nombre
al film y que los estudiantes de Hotwarts debían estudiar desde su primer curso
en la academia de magia. No existe en este caso una novela previa a la
película, pero sí un libro de texto a imagen y semejanza al que se supone
escribió el tal Scamander. Eso no significa que no esté el sello Rowling en la
historia, pues ella es la que se ha encargado de escribir el guion en su primer
trabajo para Hollywood.
Tenemos,
pues, al protagonista. Y la sombra de un mago tenebroso, Grindelward, aquel del
que ya sabíamos su historia por las películas de la saga original. Esto
significa que Animales fantásticos y
dónde encontrarlos es una especie de precuela de Harry Potter, y lo que esta primera película nos relata es la
llegada del joven mago, recién terminado el manuscrito de su obra, a Nueva York
como última escala en sus investigaciones, por lo que las diversas referencias
a Hotwarts, Dumblemore y demás es tanto un guiño a los fans colmo unas bases de
referencia.
Scamander
funciona como motor de la historia y se crea un equipo bastante simpático a su
alrededor, aunque carece la historia de la épica a la que nos estábamos
acostumbrando en las últimas películas de Harry
Potter. Puede que ello se deba al hecho de ser una película de origen (pese
a que no se sabe por el momento si será también el protagonista de la secuela,
aunque se le supone), a que Rowling
puede ser una escritora interesante pero no la más apropiada para crear un
guion de cine, con las diferencias de ritmo que hay entre ambos géneros, o a
que David Yates nunca ha sido un gran director, como demostró en la reciente Tarzán, viviendo sobre todo del cuento
(del cuento de Harry Potter, me refiero, pues ha dirigido las cuatro últimas
películas de la saga y parece confirmado para la pentalogía que nos ocupa). Hay
un buen trabajo de ambientación, con la recreación del Nueva York de los años
cuarenta, y los efectos digitales, centrados sobretodo en el diseño de esos
animales fantásticos, pero la historia carece de la fuerza necesaria para
lograr emocionar y tras la película queda una amarga sensación de haberse
quedado a medio camino de algo, interesante visualmente pero vacía de
contenido. Algo parecido a lo que le sucedía a El hogar de Miss Pelegrine para niños peculiares de Tim Burton.
Y
luego está el tema interpretativo. Adelanto mis disculpas a sus defensores,
pero llevo tiempo pensando (y cada nuevo trabajo suyo me da más la razón) que
Eddie Redmayne es uno de los peores actores del mundo, por más que le hayan
regalado un Oscar. Y es que tiene su Scamander exactamente los mismos
irritantes tics que tenía su Einar Wegener/Lili Elbe de La chica danesa o su Stephen Hawking de La teoría del todo (de su presencia en El destino de Júpiter mejor ni hablar). Sólo él es capaz de
destrozar una película con una interpretación espantosa en la que nunca se sabe
si ríe o llora y donde parece imposible que hable con alguien mirándole a los
ojos.
Más
allá de Collin Farrell, correcto como casi siempre, el resto del reparto pasa
sin molestar por la pantalla. No parece que ni Katherine Waterston ni Alison
Sudol vayan a robarnos el corazón, aunque Dan Fogler sí logra componer un
personaje que pese a ser el típico alivio cómico logra la empatía necesaria al
espectador como para aplaudir su trabajo. También anda por ahí un divertido
aunque irreconocible Ron Perlman, un John Voigh bastante desaprovechado y
alguien más que prefiero no comentar dado la sorpresa que su aparición provocó
en el respetable por más que su participación en el film (y sobretodo en la
secuela) ha sido suficientemente cacareado por la prensa (bendita inocencia del
espectador ocasional). Quizá lo más llamativo y rompedor con el estilo visual
de toda la saga anterior es la presencia de esa extraña familia encabezada por
Samantha Morton con Ezra Miller (el nuevo juguete de Warner) como un
inquietante hijo adoptivo suyo, que más bien parece haberse escapado de un film
de terror de James Wan que del mundo de Harry Potter.
En
definitiva, film muy centrado en contentar a sus fans que sin duda hará las
delicias de los más pequeños con sus chistes simples y sus animalillos (algunos
excesivamente cómicos) pero demasiado irregular para aquellos que busquen una
gran aventura y que tras la creciente oscuridad que dominaba la saga de Harry
Potter pensaba que la cosa iría por ahí.
Valoración:
Seis sobre diez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario