Dirigida
por Susanna White, realizadora surgida de la televisión británica, aunque
debutó en cine con La niñera mágica y el
Big Bang, Un traidor como los nuestros es una nueva adaptación a una obra
de John le Carré, que ejerce además de productor.
Con
un argumento más sencillo y lineal de lo que nos tiene acostumbrado el autor de
La Casa Rusia, El hombre más buscado o El
Topo, entre otras, la película narra la epopeya de Perry y Gail Perkins, un
matrimonio en crisis que en una escapada a Marruecos con el objetivo de avivar
la chispa de su relación conocen a un magnate ruso, Dima, con quien entablan
una gran amistad. Dima los introducirá en un mundo de lujo y derroche que se
pinta muy feliz hasta el momento en que revela a Perry que es un contable de la
mafia rusa al que han puesto precio por su cabeza y depende de la buena fe del
turista para que contacte con el MI6 para negociar su protección a cambio de un
listado de los implicados en turbios asuntos delictivos, entre los que se
incluyen influyentes personalidades británicas.
Se
inicia así un juego del gato y el ratón en el que el MI6 va a implicar irremediablemente
a Perry y su esposa, que verán como su vida cambia drásticamente, pasando de
ser un simple profesor de poesía y una abogada penal a dos agentes secretos
dispuestos a dar su vida no por su país sino por proteger a Dima y su familia.
Un
traidor como los nuestros es una entretenida película de acción e intriga, que
no aporta nada nuevo al género pero cumple sus funciones a la perfección. Sin
grandes alardes narrativos ni visuales presenta una trama sencilla con unos
personajes que van del punto A al punto B y entre los que destacan un magnífico
Stellan Skarsgård en el papel del “traidor” ruso.
Estamos
en una sociedad confusa y de valores frágiles, y White tiene tiempo para realizar un cambio de papeles y conseguir que un asesino y blanqueador de
dinero ruso sea visto con ternura mientras que personajes al servicio del
gobierno británico puedan resultar odiosos, y esto funciona en parte con la
representación del Perry que interpreta Ewan McGregor como el prototipo del
héroe sin debilidades, que lucha por aquello en lo que cree y no duda en
jugárselo todo por ayudar a alguien a quien no conoce apenas, como un James Stewart
moderno, en un papel que recuerda por momentos al Robert Langdon interpretado
por Tom Hanks de las novelas de Dan Brown. Un héroe, como no puede ser de otra
manera, con pies de barro, aunque en su caso sus pecados son parte del pasado y
simple excusa para situar al matrimonio en en lugar adecuado y en el momento
oportuno.
Con
un hermoso recorrido turístico por Marrakech, Londres, París y Berna, la
película no es –ni lo pretende- una réplica a James Bond ni a Ethan Hunt, sino
la humanización del espía en un ejercicio que aboga por la defensa de los
valores familiares y la lealtad por encima de todo.
Y
completando el reparto Naomie Harris, Damian Lewis, Mark Gatiss o Jeremy Northam
ponen la guinda de un pastel tan efectivo como superfluo.
Valoración:
Siete sobre diez.
En la simpleza del planteamiento esta su éxito. No hay cabriolas argumentales ni forzados giros de guión ni sorpresas de última hora.... eso sí, la película funciona por el enorme carisma de Dima. Sin Stellan Skargaard y su magnífica interpretación todo hubiese quedado demasiado impersonal.
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