Ozzy es una producción animada española (aunque cuenta con la colaboración
de una productora canadiense) bastante más simple que películas recientes como
las de enrique Gato (Las aventuras de
Tadeo Jones y Atrapa la bandera)
o Mortadelo y Filemón contra Jimmy elCachondo de Javier Fesser.
Dirigida
por Alberto Rodríguez (nada que ver con el director de La Isla Mínima y El hombre de las mil caras) y Nacho La Casa, ambos debutantes, la factura técnica
denota demasiado las limitaciones presupuestarias. No es plan de comparar con
una producción Disney, por supuesto, pero el terreno de la animación ha
mejorado tanto últimamente que ver la artificialidad de los movimientos de los
humanos o el acabado vasto de los animales rechina bastante.
Ozzy cuenta la historia de un perro al que su familia debe dejar en un
hotel especial mientras realizan un viaje de trabajo sin saber que en realidad
se trata de una tapadera para una cárcel de animales. Así, el protagonista
deberá aprender a adaptarse a un mundo cruel y aterrador donde los celadores
son canes desalmados y el alcaide esconde un lucrativo secreto.
Efectivamente,
estamos ante una modalidad infantil de la clásica historia de cualquier
película carcelaria, con múltiples referencias a cualquiera de ellas, siendo Cadena perpetua la más evidente. Eso es
lo único que puede animar una película que, pese al tema, es terriblemente
infantil y que apenas aspira a entretener a un ocasional público adulto que,
más allá del discurso final inevitable sobre la pérdida de la identidad y la
lucha por la libertad individual no propone nada estimulante, aunque también en
ese final se pueda ver un reflejo de lo ofrecido hace poco en Mascotas.
Puede
que sirva como entretenimiento de los niños en una tarde en casa, pero tampoco
creo que los más pequeños vayan a disfrutar especialmente en una sala de cine,
más teniendo en cuenta las múltiples opciones que hay ahora mismo en cartelera.
Valoración:
Cuatro sobre diez.
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